jueves, 13 de diciembre de 2012

Enamórate de tu hijo


Al igual que ocurre cuando dos personas se enamoran, que comparten momentos únicos de felicidad, desean permanecer unidos y hacer cosas juntos, así en buena parte debería ser la relación con nuestros hijos. Con importantes salvedades, la relación con nuestros hijos debería tener ese algo de pasión que nos hace vivir intensamente momentos inolvidables.

Mi hijo mayor tiene once años y ahora miro con nostalgia y con algo más de sentido crítico las cosas que tanto me preocupaban y que no me permitían disfrutar con plenitud de mi hijo. Me apena aquello que le podía haber dado y no le he dado. Nuestro hijo mayor, en parte, es el conejillo de indias con el que aprendemos a ser padres y con el que más ansiedad e inseguridad mostramos.

Andaba yo muy afanada con mi hijo mayor en que el niño comiera su ración exacta de comida (aún provocándole algún llanto), durmiera sus horas, no llorara y estuviera siempre perfecto…, pero creo que no lo disfruté, simplemente, pasó. Mi nerviosismo y mi acusado sentido de la responsabilidad y del deber, me ponían demasiado tensa para dar prioridad a compartir momentos, sin más preocupaciones que jugar y reír. Echo de menos no haber mostrado ese “enamoramiento” apasionado por él, pese a quererle muchísimo. Estaba deseando que creciera para sentirme liberada y ver el resultado de mi labor, y ahora, me gustaría revivir algún episodio pasado en el que no estuve a la altura de una mujer enamorada del regalo de su maternidad.

Una amiga me comentó que su suegra había tenido cinco hijos y ahora que ya es anciana, decía que tenía un sueño que se repetía constantemente: soñaba con el tiempo en el que  sus hijos eran pequeños y ella los cuidaba. Pese a la cantidad de trabajo que tenía, esta mujer reconocía, desde la perspectiva de los años, que había sido la etapa más feliz y plena de su vida. El tiempo pasa volando, nuestros hijos crecen a gran velocidad, parece que hace nada los cargábamos sin problemas en nuestros brazos y ahora ¡son tan grandes y saben tantas cosas!

 Creo que he disfrutado mucho más con mis otros hijos que con el primero, pese a tener más trabajo. La edad y la experiencia, hacen ver las cosas con más perspectiva, con más serenidad, dando más y exigiendo menos, viendo la perfección en los momentos cotidianos y teniendo la perspectiva de una mirada más relajada a las cosas acontecidas con nuestros hijos. Relajémonos, enamorémonos y disfrutemos de estos momentos con nuestros pequeños porque el tiempo vuela y no deberíamos tener que añorar tiempos pasados.

Patro Gabaldón

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Relación entre el sueño y el crecimiento de los niños

El sueño es una necesidad biológica importantísima para todos, pero especialmente para los niños, ya que está directamente relacionado con la necesidad de restablecer la energía, con la capacidad de atención, el estado ánimo y el crecimiento neuronal y físico.

A mi pequeña vecinita se la escuchaba llorar muy a menudo, cogía una rabietas que se la escuchaban a 500 metros a la redonda y, sinceramente, creo que ese carácter tan exasperante que decía su madre que poseía se debía a su falta de sueño. Cenaba tarde, se acostaba tarde y se levantaba muy temprano ¡era todavía pequeña para ese ritmo de sueño de adulto! No es cuestión de tener mal humor, es que la pobre no descansaba todo lo que su cuerpo y temperamento necesitaban. ¡Los sábados y domingo apenas se la escuchaba!

La relación entre sueño y crecimiento está en la hormona del crecimiento que se segrega en mayor cantidad después de la primera hora de sueño nocturno o en las siestas largas, de ahí la importancia de que los niños duerman del tirón, no de forma intranquila o interrumpida. Esta hormona actúa sobre los tejidos del cuerpo, desarrollando células y ayudando a metabolizar las proteínas. Y, aunque la liberación de esta hormona no sólo está asociada al sueño, sino también a  la alimentación, el ejercicio físico y la estabilidad emocional, el descanso adecuado permite mantener unos valores equilibrados para que el niño llegue a su máximo potencial de crecimiento.

No dormir correctamente afecta a los procesos cerebrales, un niño que no duerme lo necesario puede ver afectado considerablemente su aprendizaje y la ejecución de sus tareas. El cansancio físico, la distracción y la falta de concentración son las consecuencias de una posible falta de sueño en los niños, de ahí la importancia de que creemos desde pequeños buenos hábitos de sueño, favoreciendo rutinas y respetando los momentos marcados fisiológicamente, es decir, la noche y la primer ahora de la tarde.

La duración total de sueño va disminuyendo con la edad, especialmente el diurno, pero hasta los cuatro años es muy importante también mantener la siesta de las primeras horas de la tarde, ya que parece haber una tendencia fisiológica a quedarse dormido o mantener los niveles de atención más bajos a estas horas. Aunque los niños más mayores no logren conciliar el sueño en estas horas, es recomendable que tengan actividades más tranquilas o que requieran de menos esfuerzo y atención. ¡Escuchemos a nuestro cuerpo! Comamos cuando tengamos hambre y descansemos cuando estemos cansados.

Patro Gabaldón

martes, 6 de noviembre de 2012

Los niños y la fe



¿Es realmente bueno renunciar a ofrecer una educación religiosa a nuestro hijo, en pro de su libertad de elección en el futuro? Muchos padres arguyen que es mejor no cercenar la libertad de sus hijos en este terreno, pero la realidad es que los padres, quieran  o no, son las personas más influyentes para sus pequeños en todos los aspectos, y tan singnificativo puede ser para un niño enseñarle una religión como no enseñársela.

Evitar que nuestros hijos tengan una formación en creencias religiosas está muy bien visto hoy en día, parece responder a una forma independiente y crítica de pensar, pero nada más lejos de la realidad. Los valores religiosos nos ayudan a definir qué es bueno y cómo podemos ser felices. Negarlo a nuestros hijos es como negarles nuestra comida para que sean ellos decidan los alimentos o los sabores que han de probar cuando tengan posibilidad de elegir.

Si bien hay que respetar las propias decisiones de los hijos, cuando estos son lo suficientemente mayores para discernir, la influencia de los padres es importantísima a la hora de poner las bases y moldear la personalidad de los niños. Los valores humanos, el derecho natural y el buen comportamiento que trasmiten la mayoría de  creencias religiosas, son altamente educativos.

En un periódico de tirada nacional leí que diversos estudios sociológicos y antropológicos demuestran que las personas religiosas son más felices, más estables y mejor integradas en sociedad. Según el artículo (poco condescendiente con la religión, por cierto), es como si el cerebro humano hubiera evolucionado naturalmente para que seamos religiosos. Así que por qué negar a nuestros hijos lo que es natural y, objetivamente, les ayudará a ser más felices. El despertar a la fe es muy fuerte en los niños. Muchas veces  me ha hecho reír cómo para mis hijos Dios es una especie de Superhéroe, aunque realmente no dista tanto de lo que creemos.

A lo que debemos poner objeción, a mi parecer, es a obligarles a realizar prácticas religiosas que requieren compromisos personales que deban asumirse desde una madurez que ahora no tienen. En eso, estoy de acuerdo en que seamos cautos y respetuosos. Ahora bien, si la religión es parte importante de nuestra vida, hagamos a nuestros hijos partícipes de esta realidad; ellos la irán moldeando en su espíritu, hasta la llegada de la madurez necesaria para tener su propia vivencia personal.

 

Patro Gabaldón

martes, 16 de octubre de 2012

Las palabras que los padres no queremos decir…, pero las decimos

Nadie como nuestros hijos para sacarnos de quicio. Su insistencia para pedir lo que no deben, su inoportunidad para molestar cuando es más inconveniente, su inteligencia para encontrar lo que no debería caer en sus manos, etc. nos llevan a encontrarnos en situaciones en las que decimos cosas que jamás haríamos, pero que decimos.

“¡Al que no se calle le arranco la lengua!” “¡Como vuelvas a tocar eso, te corto las manos!” ¡”Ven aquí que te voy a machacar la cabeza!” Muchos padres acaban oyéndose decir estas u otras barbaridades similares.

Personalmente creo que es prácticamente inevitable, es un resorte que se nos dispara; sólo una inmensa paciencia puede librarnos de pronunciar disparates cuando el cansancio, la prisa o la inoportunidad se mezclan con las “delitos” de nuestros hijos. Desde su curiosidad inocente hasta sus celos recalcitrantes, casi todo lo que sienten o piensan les empuja a tramar actos que nos llevan al límite de nuestros nervios.

Contar hasta diez muchas veces no sirve; morderse la lengua tampoco, ¡si no queremos envenenarnos! Quizá respirar profundamente, para ser conscientes de que nuestro fuego interno se aviva, y tratar de calmarlo para no dar mal ejemplo a nuestros pequeños. Corregirles es tan necesario como hacerlo de forma moderada. A veces, cuando se me ha escapado alguna de estas frases estelares, me viene bien echar mano del humor, que aunque el niño no entienda, a mí me permite controlarme; algo como “ven aquí que te voy a arracar la cabeza... y se la voy a a dar a los nomos para que la pinten de verde” o “como vuelvas a coger el cuchillo te parto la cara... de un beso”. 

Si se nos ha escapado la amenaza desproporcionada, reaccionemos rápido para explicar razonadamente lo que queríamos decir o pidamos disculpas a nuestros hijos por nuestro nerviosismo. Los niños entienden que nos sacan de quicio, y desde luego nos escuchan si ven que les reprendemos con motivo.

Siendo realistas, la mayor parte de las veces ellos son auténticos angelitos, y nosotros auténticos santos. Para cuando no lo son y no lo somos, respiremos, parémonos un momento, y pensemos con cordura nuestras reprimendas.  

Patro Gabaldón

martes, 19 de junio de 2012

Compartir tareas domésticas con los niños

Hace unos días mis hijos se lo pasaron en grande saltando en las camas, sacando juguetes y abriendo cajones a su antojo… Casi me da algo cuando entré en sus habitaciones ( ni siquiera la mía queda libre de sus zarpas destructivas) y  vi tiradas las colchas de las camas recién hechas por el suelo, pinturas, juguetes, zapatos desperdigados y ropas arrebujadas en las esquinas. ¡la sonrisa de la cara más sonriente, se borra ante tal espectáculo! 

Os podéis imaginar mi enfado tras su tropelía, así que les obligué, dando la batuta y responsabilidad del resultado final  a mi hijo mayor, a que dejaran todo tal y como se lo habían encontrado, es decir, en orden. Al cabo de media hora me dijeron orgullosos que ya habían acabado y realmente me sorprendieron gratamente por lo bien que lo hicieron.  Mi sonrisa volvió a aparecer y mi hijo me dijo que se lo había pasado muy bien organizando y colaborando con la brigada de limpieza.

A veces, con el ejemplo que le damos a nuestros hijos no basta, ya podemos partirnos los lomos haciendo las tareas de casa que nuestros hijos no se animarán a realizar labores domésticas a no ser que nosotros le estimulemos y acabemos logrando que sea un hábito más para ellos.

Los hábitos se crean a partir de la repetición y el estímulo, así que en un principio debemos armarnos de paciencia y repetir una y otra vez a nuestro hijo los nuevos encargos acordes a su edad y responsabilidad. Nuestro hijo debe entender que esta obligación pertenece al global de los integrantes de la familia, nadie debería escurrir el bulto o evadirse porque todavía es pequeño o porque no tiene tiempo. Para asignar las tareas pensemos en cuál puede ser la más adecuada y educativa para cada hijo atendiendo a sus gustos, carácter o capacidades personales. 

Conseguir que sean colaboradores en casa de manera constante, les educa para una buena convivencia y favorece la creación de un auténtico hogar para todos. Para conseguir que compartan con nosotros el trabajo de llevar un hogar, debemos hacerles sentir lo agradable de sentirse en una casa recogida, limpia y ordenada, que entiendan que mamá o papá no puede ir tras ellos, recogiendo lo que destruyen o manchan, que entiendan que todos los integrantes de la familia, desde el más mayor al más pequeño, forman un equipo a la hora de enfrentarse a las responsabilidades de la casa. 

Todos, en mayor o menor medida, deben tener alguna responsabilidad para gozar del derecho de una casa en condiciones y una buena convivencia. A los más pequeños les bastará con mostrar independencia en su propio cuidado, recoger juguetes con los que ha jugado o mostrar respecto por el trabajo ajeno. Una vez, que vayan desarrollándose en ellos ciertas habilidades, debemos de ir inculcándoles la necesidad de que cuiden del orden establecido en casa y que colaboren con papá y mamá en el cuidado de la casa, especialmente de su habitación y sus cosas.

Deberíamos ofrecer progresivamente pequeños encargos domésticos y asignar tareas según las posibilidades y la madurez del niño. Tienen que entender que si ellos no cumplen con la tarea que se les ha asignado afectará al resto y que la costumbre hará afianzando el hábito. Hacer la cama, ordenar la habitación o el baño, echar ropa a lavar, guardar la ropa planchada en el cajón, organizar zapatos y juguetes, poner y quitar la mesa, reponer la bolsa en el cubo de basura o el papel higiénico, regar las plantas, apagar luces, hacer recados como la compra del pan o tirar la basura al contenedor, etc… deberían formar parte de su rutina diaria o semanal, sin necesidad de sobornos o remuneraciones.

Patro Gabaldón

martes, 12 de junio de 2012

Mi hijo no quiere lavarse

La adquisición de hábitos de higiene en los niños no sólo tiene importancia en el ámbito de su salud, también tienen una gran repercusión social, ya que la falta de higiene  puede repercutir en otras personas de su entorno y en la propia imagen.

Que el niño vaya con la ropa manchada o con las rodillas negras es esperable, después de una jornada en el cole, en el parque o en la calle; es indicativo de que el niño juega, disfruta y se relaciona. Pero desde pequeños debemos fomentar e incluso recompensar con el mimo y cuidado de su cuerpo a nuestros hijos. Un niño limpio, bañado y bien oloroso, se sentirá reconfortado e incorporará estos hábitos en su rutina diaria sin problemas.

Los más pequeños estarán encantados de experimentar por sí mismos el lavado de sus manitas o el lavado diario de  dientes con un gran despliegue de jabón y pasta dental… Pero no es raro que cuando las rutinas ya se han afianzado y son totalmente autónomos, nuestros hijos experimenten algún episodio de pereza e intenten escaquearse de lavarse los dientes, de peinarse, lavarse el pelo o ducharse. Sus habitaciones quedarán impregnadas de un olor a pies insoportable o los nudos del cabellos serán “misión imposible” para nosotros. Puede ocurrir que el niño que antes se perfumaba y se peinaba con gusto, pase a ser un descuidado con su higiene.

La higiene de una persona es algo que acabará perteneciendo a su intimidad, pero que sigue siendo una de las principales lecciones de urbanidad que debemos enseñarles. Los demás niños, pueden apartarse de los que presentan un aspecto desaliñado o sucio. Aunque la ducha, el lavado del cabello, la limpieza de orejas o el corte de uñas no sea a diario, es recomendable, eso sí,  que todos los días se laven la cara, manos, pies, genitales y dientes. Asimismo debemos enseñarles a que todos los días deben echar a lavar la ropa interior como braguitas, calzoncillos y calcetines y debemos supervisar la posible aparición de piojos por contagio, tan frecuentes en edad escolar, para atajar cuanto antes el problema.

El desorden, la pereza y la falta de nuestra supervisión pueden desencadenar que nuestro hijo abandone los correctos hábitos de higiene que antes le suponían un aliciente. La única manera de evitarlo será seguir observando su disposición,  ayudarles puntualmente en algún baño más en profundidad y evitar excusas del tipo “no me da tiempo” o “tengo mucho sueño”.

Patro Gabaldón

lunes, 28 de mayo de 2012

La timidez de los niños

A mi parecer, cierto grado de inhibición en el niño no debe considerarse una conducta indeseable. Si bien es verdad que un exceso de timidez se puede considerar patológica, especialmente cuando el niño toma conciencia de su falta de habilidades sociales y se encierra en sí mismo o se aisla del mundo, la timidez moderada forma parte de la personalidad normal de un niño.

Es frecuente que los niños muestren cierta desconfianza, especialmente a la hora de relacionarse  con los adultos que no forman parte del ámbito familiar.  No creo que sea peor un niño algo reservado que un niño que muestra un gran desparpajo en su relación con los mayores. Hay niños que por prudencia prefieren no arriesgar en su relación con otros;  como dice el famosa novela del El Quijote: “al buen callar, llaman Sancho”. Saber callar y mostrar una actitud reservada en las relaciones con los demás a veces son estrategias empleadas por los niños, no porque sean inseguros, sino porque analizan los diferentes grados de confianza o de respeto a las distintas personas y, a mi parecer, no debe ser corregida. Casi me resulta más extraño un niño charlatán que trata con la misma confianza o igual trato a  un compañero del cole que a un anciano en el parque, que uno que sea callado o discreto ante los desconocidos.

Los niños tienen que aprender a relacionarse no sólo con sus iguales, sino también con los adultos. Cada niño, igual que nos ocurre a los mayores, tiene su propia personalidad: unos son más introvertidos y otros más extrovertidos. A veces, al intentar obligar a nuestros hijos, a cumplir con protocolos de conversación u otros actos  sociales con los que no se sienten cómodos o para los que no están preparados, pueden suponerle frustración y todavía más inseguridad que la que nos parece a nosotros que muestran.

Que un niño sea tímido, no quiere decir que llegue a ser un adulto reservado o poco comunicativo. Las habilidades sociales se aprenden y aunque hay niños que tienen más facilidad por su naturaleza sociable y amable, la gran mayoría de los niños serán capaces de vencer su timidez y su falta de confianza con el tiempo.

Los padres podemos valorar cuándo nuestro hijo tiene una timidez excesiva que le produzca bloqueos e inseguridad en sus comportamientos con los demás y le impidan el desarrollo normal de sus habilidades sociales, tanto si se trata de episodios pasajeros como más duraderos.

Patro Gabaldón

jueves, 24 de mayo de 2012

Una hermosa piel durante el embarazo

La piel durante el embarazo viene a ser un lienzo donde pueden quedar dibujados, al menos de manera temporal, lo efectos hormonales, vasculares e inmunológicos propios de nuestro estado. Así es posible que nos digan que tenemos la piel más bonita y luminosa que nunca, pero también puede que nuestro cuerpo presente eczemas, irritaciones, picores, rojeces, sequedad o manchas, no tan hermosas. Casi ninguna mujer queda libre de experimentar, en mayor o menor medida, cambios en la piel de su cuerpo.

Durante el embarazo se produce un abastecimiento mayor de sangre en los órganos del cuerpo y se incrementa por ello la temperatura basal, esto estimula la secreción de las glándulas sebáceas y de ahí que podamos tener una piel más luminosa o que seamos mucho más susceptibles a las irritaciones debidas al sol, al sudor, al calor, a los productos cosmético (jabones, desodorantes y perfumes), a la  bisutería o a los alimentos. ¡Deberíamos poner especial cuidado con nuestra piel ahora que se nos avecina una época de calor!

 El verano puede traer consigo algunos trastornos en la piel de la embarazada como irritaciones, granitos o urticarias por sudor o calor, además puede agravar las antiestéticas manchas de la piel, especialmente de la cara. El cloasma gravídico se da casi en el 70 por ciento de las mujeres embarazadas y se acentúa en los últimos meses cuando los niveles hormonales más elevados. La exposición al sol empeora estas manchas de color marrón en el rostro (a modo de máscara), que desgraciadamente no podemos evitar. Pero aunque no podemos controlar su aparición, debida a los efectos hormonales, al menos, podemos disminuirlos, evitando la exposición a los rayos UV y empleando un protección solar alta. Terminada la lactancia, el dermatólogo puede indicarnos  cremas para clarear la piel que, en cualquier caso, acabarán desapareciendo.

Para cuidar la piel durante el embarazo lo mejor es tener una buena hidratación de la piel, tanto por fuera como por dentro. Beber líquido abundante y emplear cremas o aceites hidratantes al final del baño que contengan vitaminas A y D. Evitar baños prolongados, los efectos negativos del calor y el sol y cremas o productos cosméticos agresivos (cremas anticelulíticas, antiarrugas, perfumes, etc…). Mantener una dieta sana y equilibrada para no ganar más peso del recomendado y emplear ropa de tejidos transpirables y cómodos.

Patro Gabaldón

jueves, 10 de mayo de 2012

Práctica de artes marciales para los niños

Las aficiones de los padres se trasmiten a los hijos con mucha facilidad, en casa tengo un claro ejemplo ya que a mi marido le encantan las películas de artes marciales: saltos, patadas, posiciones increíbles, filosofía oriental… y mis hijos, especialmente mi hija de ocho años, tiene su misma inclinación; tanto es así que su canción favorita es aquella en la que su heroína preferida Mulan, se entrena para el combate y enfrentarse con los temidos Hunos que amenazan el imperio chino.

Muchas veces la sorprendo saltando de la cama al suelo con una pierna estirada hacia arriba, poniendo caras de concentración  o rodando por el suelo imaginando luchas ficticias. Disfruta enormemente cuando en las películas gana el chino bueno porque, aunque bueno y malo luchan de maravilla, el bueno tiene una motivación y una preparación espiritual que le permite vencer. Mi hija se emociona cuando el personaje principal muestra ese dominio, no sólo de su cuerpo sino de su mente. La fuerza interior y disciplina que hace que el cuerpo pueda convertirse en arma poderosa.

Las artes marciales, pese a ese componente de lucha tan importante (marcial es una palabra referente a la guerra y combate) no se trata de un deporte en el que se potencie la violencia ya que tiene un trasfondo ético y filosófico que puede ser muy útil para la convivencia de los niños.

La práctica de artes marciales, además de suponer un deporte completo para que los niños desarrollen su coordinación, flexibilidad, potencia, habilidad y estrategia, puede ayudarles a relacionar y combinar armoniosamente las capacidades físicas con las mentales, ya que los deportes como el judo, el kárate, el kunfú, el taek-wondo, etc. van íntimamente relacionadas con la autodefensa y la armonía cuerpo y mente.

Para los niños moviditos puede ser unos de los deportes más indicados, ya que canalizarán sus energías de manera positiva y controlada. Los seis años son una buena edad de iniciación. Generalmente, en las prácticas de inicio en estos deportes no se realizan todavía competiciones, sino, “catas” o técnicas de control del propio cuerpo fundamentalmente. La práctica del judo u otras artes marciales ofrecen a los niños la posibilidad de realizar distintos movimientos y técnicas para conocer y dominar su cuerpo, para mantener una comunicación motora con el compañero o contrincante, para esquivar al contrincante y para saber caer al suelo, evitando lesiones.  Además, suponen una buena fuente de trasmisión de valores, de motivación y de toma de decisiones. 

Patro Gabaldón

martes, 8 de mayo de 2012

Ser madre: el mejor trabajo del mundo

¡Felicidades mamás!

El domingo pasado celebramos el día de la madre, pero todos sabemos que las madres están todos los días, y día tras día a pie del cañón, a veces entusiasmadas y otras agotadas, pero siempre junto a nuestros hijos. Ser madre es un trabajo sin sueldo, incluso, en ocasiones, ingrato; puede llegar a ser extenuante, pero  también único y edificante. Ser madre es un trabajo que nos santifica, que nos perfecciona como personas y exige lo mejor de nosotras… es el mejor trabajo del mundo.

Comparto con vosotras un precioso y emotivo vídeo promocional, realizado por la organización de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Madres de hoy, de mañana y de siempre, ¡merecéis una medalla olímpica!

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viernes, 4 de mayo de 2012

Equilibrio entre reñir y felicitar a los niños

En la educación de nuestros hijos, ni todo debe ser cal ni todo arena. Para conseguir una pasta homogénea y adecuada para la construcción de sus conductas tenemos que saber echar una de cal y otra de arena. Buscar el equilibrio entre reñir y felicitar a los niños es la forma más indicada de conseguir moldear a nuestros hijos y de estimularles para seguir mejorando.

Tanto corregir como felicitar a los hijos requieren de cierta habilidad por nuestra parte. Llevados por nuestro cansancio, nuestro mal humor,  o nuestras constantes batallas, lo más fácil y automático es que en la corrección, descalifiquemos a nuestro hijo, le pongamos etiquetas o le digamos verdaderos disparates… Siempre deberíamos intentar corregir con calma y sin iras, aunque sé por experiencia que aunque la teoría suena bien,  la práctica es algo más difícil. Pensar en lo que diremos, mordernos la lengua antes de decir cualquier barbaridad puede ser muy difícil para nosotros los papás, pero si lo logramos, nuestros hijos podrán beneficiarse de aprender, al igual que nosotros, a refrenar sus impulsos y a controlar su mal genio.

La corrección de nuestros hijos es necesaria, no debemos ser condescendientes con un mal comportamiento y, asimismo, tampoco debemos adularles exageradamente o ser excesivamente permisivos. Debemos felicitarles objetivamente, haciéndoles sentir la alegría que nos proporcionan sus buenos actos y esfuerzos. No debemos felicitar a la ligera, sin dar la oportunidad de que el niño medite sobre aquello que ha hecho bien para que forme parte del repertorio habitual de su comportamiento.

Tampoco deberíamos dejarnos cegar por la pasión que nos despiertan nuestros pequeños a la hora educarles. Este privilegio parece estar reservado para las abuelas, que tienden a disculpar absolutamente todos los errores  de sus nietos, sin objetividad y sin necesidad de atender a aspectos educativos (para eso están sus padres). Seguramente habéis escuchado el dicho de:  “Es que Fulanito no tiene abuela” que se dice de alguien que se enaltece y se elogia a sí mismo, porque este es un papel que parece reservado exclusivamente para las abuelas, a las cuales se les cae la baba con sus pequeños nietos.

Pero con todo, si pusiéramos en una balanza las riñas y en otra las felicitaciones y reconocimientos, siempre el platillo debería ceder a favor de estos últimos, ya que con el reconocimiento de sus esfuerzos y actos, podemos conseguir muchas más cosas que con repetidas, hartantes y exasperantes reprimendas. Estimular las buenas actuaciones de nuestro hijo a través de palabras amables, elogios, agradecimientos, felicitaciones y caras alegres, aumentan en casi todo los niños la motivación, la autoestima y las ganas de volver a conseguir la alegría de ver a sus padres orgullosos de él y de disfrutar del éxito conseguido con su esfuerzo.

Patro Gabaldón

jueves, 26 de abril de 2012

El desarrollo del bebé en el útero

El desarrollo de nuestro bebé siempre es motivo de interés para los padres. En los primeros meses de vida, los bebés parecen evolucionar a una velocidad e intensidad vertiginosas; sus avances físicos y psicológicos son asombrosos.

Ahora bien, el desarrollo de nuestro bebé en el útero  es, si cabe, lo más impresionante nunca visto. Ahora la ciencia nos muestra una maravillosa ventana al increíble y espectacular periodo de gestación de un nuevo ser humano. Mamás, sois únicas, mirad lo que se cuece en vuestro interior y disfrutadlo….

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lunes, 23 de abril de 2012

La piel del bebé: sus lunares

Seguramente habéis escuchado alguna vez la expresión: “tiene la piel tan bonita como la de un bebé”. Efectivamente, la piel de bebé tiene una belleza y una lozanía incomparables, pero a la vez es delicada y necesita de cuidados ante las posibles agresiones del tiempo. Es necesario, por tanto, estar atentos a cualquier anomalía o problema cutáneo: marcas, eczemas, descamaciones, decoloraciones  o lunares sospechosos. 

Los lunares sobre la piel del bebé son, en la mayoría de los casos, un rasgo distintivo que sin duda, cuando están estratégicamente colocados, son bonitos (seguro que recordáis algún lunar de un personaje famoso que le dan ese toque especial de belleza o diferenciación). No obstante, el cuidado y protección de la piel del bebé ante las inclemencias climáticas y, sobre todo ante los peligros del sol, son fundamental para mantener tan precioso como saludable este órgano de tanta importancia.  Debemos proteger a nuestros hijos, especialmente en nuestros paseos y desplazamientos de los rayos del sol, y ponerles en toda época del año protección solar, y no olvidar un pequeño sombrero o sombrilla con el que proteger su cabeza.

Durante la infancia van a pareciendo los primeros lunares en la piel de nuestro hijo. Su predisposición genética, el color de su piel y pelo (es decir, la cantidad de melanina que tengan), el cuidado y protección de su piel ante los rayos solares, son consideraciones importantes para evitar melanomas o cáncer de piel en el futuro. Mi cuñado tiene muchísimos lunares en la espalda, su piel es muy blanca, y la causa de ellos, es una quemadura provocada por el sol en la pubertad, su piel respondió a tal agresión primero con ampollas y luego con la pigmentación  de su espalda en forma de pecas o lunares. Durante la infancia estas lesiones tienen un papel muy relevante en el desarrollo posterior del melanoma cutáneo.

No es frecuente que los niños nazcan con lunares, normalmente estas pequeñas pigmentaciones de la piel del bebé no aparecerán antes del primer año de vida e irán incrementándose a lo largo de la infancia y la adolescencia, hasta tener entre 10 y 40. Normalmente, los lunares no representan ningún riesgo cuando forman parte de la distribución normal de melanina en el cuerpo, tienen una forma regular. Algunos parecen que tienen pequeños granitos de color café y otros son marcas planas y marrones.

Hay que evitar la aparición de lunares producidos por los excesos de sol, después de alguna quemadura solar, ya que son considerados premalignos y debemos explorar la delicada piel  de nuestro hijo por si algún lunar presenta un aspecto o comportamiento sospechosos: asimetría, irregularidad en los bordes, cambios de color o mayor extensión.

También los lunares congénitos (el niño nace con ellos) y aquellos que sean atípicos, hay que observarlos con más detenimiento ya que éstos pueden convertirse en cancerosos más fácilmente que los típicos lunares adquiridos con la edad. Podemos explorar a nuestro pequeño a la hora del baño o cuando le vistamos. Para ello nos será útil disponer de una buena iluminación, examinarlos y palparlos con la yema de los dedos y observar no sólo los del cuerpo, sino también los que están ocultos bajo el cabello, en el cuero cabelludo. Consultemos al pediatra cualquier duda  que tengamos.

Patro Gabaldón



jueves, 19 de abril de 2012

¿Dónde juegan nuestros hijos?

Recuerdo que cuando era pequeña, la única preocupación que podíamos tener mis hermanos y yo cuando jugábamos en la calle era la de cruzarla sin mirar previamente o la de que no te quitaran el balón mientras íbamos al kiosco de las golosinas. Por entonces, la mayoría de los niños jugábamos en la calle sin problemas, de hecho conocíamos a la totalidad de la población infantil de barrio cuando acudíamos en masa a un pequeño parterre de no más de 40 metros cuadrados, con dos bancos y una fuente, eso sí.

Los juegos eran innumerables, aunque curiosamente muy pocos eran los que se atrevían a poner a la disposición del resto del chiquillerío sus preciados juguetes. Jugábamos a las canicas, a las chapas, al escondite inglés, a la rayuela, a la goma elástica, a la comba, a la pelota…Y si teníamos la posibilidad de disponer de un sitio más amplio nos organizábamos para jugar al rescate, a polis y ladrones o al balón prisionero. Algún balonazo en la cabeza o empujón teníamos asegurado, pero fuera de este riesgo, no parecía existir ningún otro. 

Jugar en la calle actualmente parece un lujo en vías de extinción y digo un lujo porque yo recuerdo lo maravilloso que era hacer amigos y tener la posibilidad de jugar con muchos niños a la vez. Aunque, a veces, no peleábamos, nos protegíamos unos a otros, y si uno acaba herido, el más cercano no dudaba en avisar a su madre, mientras otros les asistían. 

La calle ahora parece haberse convertido en un sitio indeseable e inseguro, ya no hay niños que se bajen con el bocadillo a merendar a la espera de encontrarse con algún compañero de juegos improvisado. Si acaso, permitimos ir a nuestro hijo al parque más cercano y bajo nuestra constante supervisión. La calle ahora parece que se ha convertido en un espacio extremadamente peligroso y conflictivo para nuestros hijos y desierto de niños, por lo que los padres actuales, recluimos a nuestros hijos en casa, cuando no disponemos de tiempo para acompañarles.

La profesora de la guardería de mi pequeño, me dijo que en durante el recreo al aire libre, se había dado cuenta de que algunos niños no sabían jugar con el cubo y la pala. No puedo evitar tristeza en pensar lo que nuestros hijos se están perdiendo y el perjuicio que la vida más sedentaria tiene en sus organismos y el individualismo de muchos de sus juegos.

Patro Gabaldón

lunes, 16 de abril de 2012

Niño, hay que ser bueno

¿Cuántas veces hemos dicho esto a nuestro hijo? No hagas esto, no hagas lo otro, tienes que portarte bien y ser bueno. La bondad desde luego es una de las mejores cualidades que una persona puede tener, pero ¿qué significa para un niño ser bueno? La bondad es un concepto abstracto y, por tanto, difícil de definir y explicar a nuestros hijos; por eso debemos potenciar su bondad, concretando acciones o ejemplos que debe ejercitar para conseguir ser bondadoso.

A veces, los actos son buenos o malos dependiendo de las circunstancias. Ayer noche, mi hija estaba leyendo en su habitación muy afanada, la llamé unas tres veces a cenar, sin obtener respuesta de ella. Cuando, por fin, vino a cenar, la regañé por no venir y ella me respondió: “Mamá, no estaba haciendo nada malo, todo lo contrario estaba leyendo, que es muy bueno”. Desde luego que leer es bueno, pero a veces algo bueno se puede convertir en no tan bueno o malo cuando impide hacer lo que debes hacer, ya que si sólo leyeras y no comieras nunca, acabarías muriéndote o, como D. Quijote, perdiendo el juicio.

No debemos pedir a los niños la bondad en general: “niño, sé bueno”, sino los conductas y comportamientos bondadosos. Muchos valores, no sabríamos explicárselos a los hijos ni con mil palabras, por eso nuestro ejemplo les ayudará a aprender y hacer suyos los valores que les intentamos inculcar. A construir la paz, a perdonar, a comprender, a respetar, a querer, a consolar, a ser amables, se aprende fundamentalmente en casa, así lo aprenderán de una manera espontánea. Tras una “buena acción”, acciones tan sencillas como llevar a baño su hermano pequeño para que haga pis, a consolar al amigo que se ha hecho daño en una caída, siempre debe ir seguida de una felicitación o palabra amable.

¡Cuántas veces he pedido a mi pequeño de cuatro años que me alcanzara algún objeto y su respuesta ha sido: “es que ahora no puedo”! Todos tenemos ese pequeño ángel y ese pequeño demonio que nos dictan cómo actuar, por eso es importante felicitar a los niños cuando no siempre elijen el camino más cómodo mediante una negativa, y ayudan al prójimo. Hay que incitarles a hacer buenas acciones. Ponerse en el lugar del otro y poner en práctica la frase “no quieras para otro, lo que no quieras para ti “. Incitémosles a dar un beso al abuelito que está enfermo, a ayudarnos con algo, a cuidar y proteger a los hermanos, a regalar juguetes a niños pobres, a prestar pertenencias y ser generosos con los demás, a consolar al que llora, a acompañar al que está solo...

Patro Gabaldón

lunes, 9 de abril de 2012

Retroceso en el aprendizaje de los bebés

¡Dos pasitos adelante, un pasito para atrás…! No se trata de la letra o las instrucciones de un baile de moda, se trata de una reflexión sobre cómo aprenden los niños. Cuando parece que nuestro pequeño ha superado satisfactoriamente una fase, muchas veces, sufre retrocesos y vuelven por un tiempo a comportamientos de unas semanas o meses atrás. ¿Por qué ocurre esto?

Es muy frecuente que nuestro hijo después de un aprendizaje exitoso en el control de esfínteres, en la alimentación con cuchara o en el sueño continuado de la noche, etc. ,  comienzan de nuevo a hacerse pipí encima, o preferir el biberón o a despertarse por las noches. Esto ocurre cuando ya creíamos que era cosa hecha y superada.

En ocasiones, existe un claro desencadenante psicológico que lleva a la involución del niño, como el nacimiento de un nuevo hermanito, cambios circunstanciales en sus rutinas como cambio de casa, de colegio, de tensión por una separación de los padres o enfermedad o muerte de algún familiar; pero otras veces, no sabemos bien el porqué de estos pasos hacia atrás, ya que no tienen una explicación aparente.

Recuerdo cuando mi pequeño de dos años y medio empezó de nuevo a hacerse pipí (sólo durante dos días), pensé que quizás había cogido frío, pero la profe de la guardería me dijo que a veces los niños cuando han entrado en la rutina de lo aprendido y ya no se les felicita, ni se les da más importancia, se cansan y retroceden en sus logros; aunque suelen tardar poco en recuperar lo perdido.

Y pensando sobre esto, pensé que quizás nuestros niños sean como aquellos atletas de salto de altura o de longitud que necesitan retroceder unos pasos para coger carrerilla y saltar más alto y más lejos. Así, normalmente ocurre que los niños después de estas cortas etapas de retroceso, se afianzan más en su aprendizaje porque lo incorporan definitivamente a sus rutinas y comportamientos. Unos pasos atrás a veces son fundamentales para poder seguir adelante.

Patro Gabaldón.

lunes, 26 de marzo de 2012

Algunos consejos para viajar con niños en el coche

Con el buen tiempo, empezamos a viajar con nuestros hijos, aprovechando fines de semana, días festivos y vacaciones. Ahora es buen momento para ponernos a repasar algunos consejos básicos a tener en cuenta para viajar con niños pequeños en el coche.

Lo primero, cada niño debe viajar en una sillita adaptada a su estatura y peso. Aunque parezca obvio, en caso de accidente puede salvarle la vida. Es importante no sólo ajustar bien el arnés del niño, sino asegurarse de que la sillita está bien ajustada a su vez, para que permanezca lo más inmóvil posible.

Los niños se cansan en los viajes. Hacer una parada cada 2 horas les ayudará a estar tranquilos. También aprovecharemos para que hagan pipí, corran o jueguen un poco fuera y coman algo que  pueda calmarles el hambre. Hablando de hambre, debemos llevar agua y algún aperitivo en algún lugar accesible al acompañante del conductor, porque cuando les baja el azúcar en sangre, nuestros hijos pueden ser el peor enemigo del conductor. Y tenemos que aceptar que en los viajes nuestro coche se manchará de los restos de su comida; la vida es así...

Si nuestro hijo se marea podemos ofrecerle algún medicamento apropiado para su edad. Una buena estrategia para hacer kilómetros, especialmente con niños que lo pasan mal o son nerviosos, es que vayan dormidos buena parte del trayecto. Podemos salir de madrugada o aprovechar la hora de la siesta, pero sin excedernos del tiempo que sea razonable para el conductor y si madrugar no le supone un problema.

Llevar una música acorde al momento (muy suave de madrugada, tranquila para la siesta y animada si están despiertos) puede ser un excelente medio para garantizar el orden. La música estridente o desagradable para los niños prenderá la llama del polvorín de su nerviosismo. Si se dispone de vídeo en el coche, es mejor que un poderoso calmante químico. También son muy útiles pequeños entretenimientos como un libreta y un lápiz, unas pegatinas, un muñequito, etc. Aunque conviene tener en cuenta que demasiados objetos sueltos en el habitáculo del coche, especialmente juguetes pesados o con aristas, pueden ser peligrosos; un frenazo los convertirá en auténticos proyectiles.

Si hay varios hermanos, colocar a los mayores cerca de los pequeños y enseñarles a calmarlos con su biberón de agua o su juguete preferido. Tambien habrá que cuidar cómo les colocamos para que no estén juntos los maś “pegones” o “juerguistas”.

Para las madres que den el pecho, quizá colocarse junto al bebé les facilitará la lactancia ante una urgencia (por ejemplo un atasco); como norma general, no hay que desatar al bebé dentro del coche, y para darle el pecho pararemos, así la madre y el niño estarán tranquilos y seguros. Es conveniente también vigilar que nuestros pequeños estén bien hidratados y disponer de pasasoles en las ventanillas o pañuelos grandes para protegerles del sol directo en la piel.

Para acabar, un viaje con niños es en general más largo, pesado y estresante que sin ellos. Elegir el horario adecuado para viajar, preparar cada detalle, programar las paradas adecuadas, tener a mano lo necesario, prepararse para cualquier imprevisto y armarse de paciencia deben ser parte del plan de ruta.

¡Buen viaje a todos!



Patro Gabaldón

jueves, 22 de marzo de 2012

Siete consejos para que los niños estudien

Durante el curso escolar, retomamos nuestros desvelos para conseguir que nuestros hijos vayan contentos al colegio y aprendan lo más posible. Ya está avanzado el curso y ahora podemos valorar más claramente cómo van nuestros hijos y cómo podemos ayudarles en sus quehaceres colegiales. Podemos tener en cuenta algunos consejos para poner en práctica en casa.

-Nadie se estimula solo. Si queremos que nuestros hijos tengan interés por aprender y dedicar tiempo al estudio, debemos dedicarles algo de tiempo; hacer de los ratos de tarea en casa momentos de disfrute conjunto y, por supuesto, complementar las explicaciones del profesor (que tiene muchos más alumnos que nosotros en casa) serán una ayuda estupenda para que no se sientan superados por la exigencia del aprendizaje. Nuestras palabras siempre serán más cercanas que las del profesor; también sabremos interpretar mejor sus gestos o movimientos para detectar su frustración si no entienden algo, y poder incidir con paciencia en aquello que “no les entra”. 

-Crear un hábito es indispensable. Los momentos de estudio deben ser compartidos entre los miembros de la casa en la medida de lo posible y, en cualquier caso, debe hacer momentos de silencio y tranquilidad, en los que ellos puedan centrarse en sus cosas del cole (da igual si es realizar problemas de matemáticas o colorear dibujos de plástica). Repetir estos momentos a las mismas horas les ayudará a coger un ritmo de trabajo necesario para aprender.

-Escucharles. Nada de lo que dicen nuestros hijos son tonterías; incluso lo que no entendemos tiene sentido para ellos y está basado en cosas reales. Preguntarles por la clase, por la profesora, por sus amigos, por su tarea, les ayuda a exteriorizar sus pensamientos y sentimientos, incluso a materializarlos si no los han madurado.

-Ser un ejemplo para ellos. Tener nuestros ratos de lectura o estudio, nuestros momentos de tranquilidad es bueno para ellos, ya que no podemos exigirles lo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer. 

-Sorprenderles de vez en cuando: llevarles a un museo, ponerles un documental interesante en la tele, enseñarles algo que nunca hayan visto en clase. Hacerles ver que hay más cosas que las que estudian con sus profesores, estimular su atención con momentos divertidos y formativos a la vez, es uno de los mejores legados para su vida de alumnos. Se puede aprender en cualquier sitio, en cualquier momento, de cualquier persona; pero hay que tener la mente dispuesta, la curiosidad “desenvainada”, el corazón abierto.

-También hay que escuchar a los profesores. Nuestros hijos pasan una buena parte del día con ellos, y su comportamiento en clase podría llegar a sorprendernos; allí viven situaciones distintas que en casa, con personas distintas; pueden ser más tranquilos o más revoltosos que en casa, más sumisos o más desobedientes. La visión del profesor es importante, y el estímulo conjunto en clase y en casa será la mejor estrategia para que nuestros pequeños aprendan mucho y bien, y lo hagan con alegría. 

-Felicitar a nuestros hijos por sus buenas notas es algo importante; pero no sobornarles con regalos, también. Debemos guardar un equilibrio entre nuestra demostración de alegría y hacerles ver que esperamos de ellos que aprendan y aprovechen su tiempo. Y, ante alguna mala nota, nada de broncas agrias; animarles con paciencia, consultar con los profesores, buscar estímulos, y no hacerles sentirse fracasados jamás.

Patro Gabaldón

martes, 20 de marzo de 2012

¿Cuándo el miedo de los niños puede ser bueno?

Seguramente conocéis aquello de que “el miedo protege la viña”. El miedo no debe ser un impedimento para lanzarnos  a hacer cosas, pero es una excelente arma para proteger nuestra vida y nuestra estabilidad. Haciendo caso a nuestro primer y más arraigado instinto, el de conservación de nosotros mismos y de nuestra especie, el miedo, en las dosis recomendadas, debe considerarse bueno.

El miedo es también parte del aprendizaje de nuestros hijos, les enseña a evitar peligros: no cruzar la calle, no acercarse a un perro desconocido o incluso, cuando son más mayores, a alejarse de las drogas y la delincuencia. Los bebés no tienen miedo, salvo a los sobresaltos, en principio no será consciente de los peligros de subirse el coche, de sumergirse en el agua o de encontrarse cerca de un abismo. Es cuando empieza a experimentar dolor y a imaginar, que empieza a fabricar miedos y a intentar evitarlos.

El problema de esta fábrica de miedos es que haya una producción más elevada de lo normal, a causa de que los propios padres u otra personas los generen, incrementen o inculquen, bien al  ofrecerles un entorno sobreprotector o por atemorizarles o amenazarles con cosas que quedarán al servicio de su imaginación.

Aunque el miedo no es exclusivo de la infancia y nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, el niño necesita sentirse protegido en todo momento y necesita confiar tanto en nosotros como en ellos mismos para afrontar los temores propios de esta edad. 

El temor desproporcionado es altamente negativo para los niños, paraliza sus acciones y les priva de la experimentación de sus capacidades y la superación de dificultades. Debemos ayudarles a desterrar poco a poco de su mente pensamientos o imaginaciones de su mente inteligente, y a no atemorizarles irreflexivamente, si no argumentarle al niño el por qué de la necesidad de que sea prudente y evite peligros y riesgos.

Debemos potenciar en nuestros hijos actitudes valientes, pero con paciencia y sin ridiculizarles por sentir miedo, aunque nos parezcan temores infundamos y tontos. Mostrar valentía no consistiría en no tener miedo, sino en controlarlos y superarlos, especialmente cuando se trata de sentimientos que nos impiden avanzar, que nos hace sentir inseguros en todo momento y que corta nuestras alas antes de que puedan echar a volar. Los padres deberíamos enseñar a nuestros hijos la diferencia entre el miedo bueno que nos ayuda a no caer en errores o consecuencias irreversibles y los miedos malos que nos paralizan que limitan nuestras capacidades y nuestra voluntad.

Patro Gabaldón

jueves, 15 de marzo de 2012

Queridos papás

Hay papás jóvenes, en plenas facultades  y papás con las fuerzas más mermadas o quizás algo arrugaditos; papás que caminan junto a sus hijos y  otros que los han dejado ya volar..., y aquellos a los que querer y recordar para siempre y que viven en el corazón y memoria de sus hijos.

Aún con la cantidad de tiempo que ha pasado desde que perdí a mi padre, recuerdo muchísimas de sus enseñanzas, de sus mimos (quizás por ser la más  pequeña), de su estímulo para hacer las cosas mejor y, por qué  no decirlo, de esa cara de severidad que hacía bajar la cabeza ante una mala acción, sin necesidad de articular una sola palabra…

Que soy hija de mi padre y a mucha honra, es evidente… cuando miro mis manos en el espejo  y mis dedos me recuerdan a los suyos, cuando le recuerdo con admiración y amor, incluso cuando sinceramente creo que mi marido se le parece en su forma de ser y en su inteligencia (¿será verdad eso que dicen que las chicas en la adolescencia se fijan en modelos de hombre parecidos a los de su padre?)

El primer significado de padre es el de un hombre que ha tenido hijos, pero  ser padre  es mucho más que  eso, si no, que se lo pregunten a sus hijos. De la misma manera, también las madres sabemos darnos cuenta de la importancia de la figura del el padre de nuestros hijos en nuestras vidas y en las de ellos: el disfrute de nuestra  maternidad, así como el equilibrio y salud física y emocional de los hijos son mucho más fáciles de conseguir  con  la presencia responsable y amorosa de un padre en nuestras vidas. No es algo que yo me invente, se sabe bien que en las  familias monoparentales se dan muchas más dificultades en todos los terrenos (no sólo en el económico) que en aquellas familias en que existe un padre, y el cuidado y responsabilidad de los hijos recae en ambos progenitores.

Perdí prematuramente a mi padre, pero ahora tengo la suerte de tener a mi lado al padre de mis hijos y os puedo decir que me siento feliz de que mis hijos tengan este magnífico papá. Quizás los papás actuales no impongan tanto respeto como los de antes a sus hijos, pero  creo que han ganado en cercanía y cariño a sus antecesores. La madre ya no es en solitario la dispensadora de ternura, emociones y besos; de la misma manera que el padre ya no es el representante único de la autoridad y el saber. Nuestros papeles parecen que se han acercado, pero en absoluto creo que sean iguales y redundantes.

 La figura del padre es necesaria para el desarrollo psicológico  y equilibrado de los hijos; he leído que, especialmente  en la adolescencia, el padre tiene un papel muy relevante; pero añadiría que no  menos importante en la primera infancia. Nuestros hijos ven a sus papás como verdaderos héroes, los admiran, los aman, quieren ser como ellos… son un espejo en el que mirarse, un modelo a imitar, un brazo aguerrido al que afianzarse y  un compañero de juegos enérgico e incansable.

Vosotros, padres, sois PAPÁS con mayúsculas porque os derretís con vuestros hijos; se os ve en cómo los miráis, en cómo sois los más rápidos en saciar sus ganas de aprender, en cómo les enseñáis a tener iniciativa, en cómo confiáis en sus propias habilidades y decisiones…  Así que hoy, queridos papás, sabed que sois estupendos, ¡felicidades en vuestro día!  Recibid un merecidísimo beso de esos pequeños corazones sinceros y amorosos de vuestros hijos y la gratitud de vuestras compañeras de viaje.

Patro Gabaldón

lunes, 12 de marzo de 2012

¿Por qué a los niños les encanta el dulce?

Mis pequeños saben ingeniárselas para acceder sin dificultad al mueble donde guardo los chocolates, galletas y demás cosas dulces. Aún a sabiendas de que no deben comer entre horas, una vez pillé a mi hijo pequeño, bajo de la mesa de la cocina, con la boca llena de chocolate y la tableta entera entre sus manos como prueba del delito.

Chocolates, chucherías, nata, dulces, miel, alimentos y bebidas azucarados… hacen las delicias de la mayoría de los niños pequeños, algunos incluso pueden preocuparnos porque más bien parecen adictos a estos alimentos.

Al nacer el bebé prefiere soluciones azucaradas al agua y rechaza sustancias ácidas, saladas o amargas. Mi pequeño siempre se enfada y pierde el sentido cuando ve a sus amigos con galletas de chocolate de merienda y él no. Mira enojado su saludable bocadillo de jamón y queso, que ni por asomo le resulta tan apetecible. Tal es la afición de mi hijo por lo dulce  y estaba tan desconcertada, que consulté con su pediatra no fuera que tuviera los niveles de azúcar en sangre alterados. Todas las comidas necesitan para él el broche maravilloso de un trozo de chocolate, bizcocho o fruslería dulce. Si para una comida normal tarda 20 minutos, para su delicatesen favorita emplea tan solo un escaso minutillo.

La mayoría de nosotros  ya sabemos de las contraindicaciones o de los efectos adversos de la ingesta continua de dulces: obesidad, caries, colesterol, nutrición deficiente, diabetes, incluso su asociación a la proliferación del células cancerígenas; pero ahora los que tenemos hijos golosos podemos respirar algo más tranquilos, ya que he leído sobre un estudio llevado a cabo en Estados Unidos, por científicos de la universidad de Washington y el Centro Monell en Pensilvania, que encontró una relación entre el crecimiento y la necesidad de comer productos azucarados.

Este estudio demostró que los niños que prefieren las bebidas más dulces son los que se están desarrollando más rápido (curiosamente, mi pequeño es el más alto de mis hijos, a su misma edad). Es lógico pensar que a mayor crecimiento, existe una mayor necesidad calórica y supongo que el azúcar es el que más rápidamente calma sus demandas.

Estos investigadores detectaron a través de la orina de los niños un compuesto químico asociado con el crecimiento de los huesos en niños y adolescentes, lo que demostraría el vínculo entre el azúcar y la necesidad biológica del niño. Dicho esto, parece que los niños están programados para tener preferencia por los gustos dulces, así que podemos hacer alguna concesión de vez en cuando.

Patro Gabaldón

jueves, 8 de marzo de 2012

Las excusas de los niños

No sé si es por desfachatez o inocencia, que los niños siempre buscan una excusa para justificarse o para no tener que expiar sus culpas. Siempre que llamo la atención a mi pequeña de ocho años, ella como si de un muelle en su lengua se tratara, comienza la respuesta con un automático “es que”. Todo tiene una explicación autoexculpatoria para ella, incluso la fechoría más evidente.

Sin duda, nuestros hijos, tienen un despliegue impresionante de excusas de todo tipo y color. Desde pequeños, no dudan en mentirnos o en ocultarnos la participación en los hechos de los que se le acusan. La profesora de la guardería me comentó como uno de los niños de la clase de dos añitos  pisó a propósito  un líquido derramado accidentalmente en el suelo, manchando incluso las paredes. Ella sabía muy bien quién había sido el autor, pero decidió preguntar al conjunto de los pequeños. Todos lo negaron y cuando la profesora directamente acusó al culpable, éste le respondió convencido: “Yo no he sido, ha sido mi pie”. Genial, ¿verdad?

“Es que la profesora me tiene manía”, “es que Juanito me ha insultado primero”, “es que no quería hacerlo”, “es que me duele la tripa”…  Innumerables “esques” que resuenan a diario en los oídos de muchos papás…, unos pueden pasar, pero otros claman al cielo ¿Acaso no habrá niño que no sepa reconocer su culpa?

Algunos niños parece que han hecho un máster en embustes y han desarrollado una gran habilidad para dar elaboradas explicaciones con el fin de evitar un castigo o regañina; algunas de estas excusas rayan la perfección y su creatividad es deslumbrante, aunque seguramente nos parezcan sospechosas, especialmente cuando nuestro pequeño es reincidente.

Estas justificaciones no dejan de ser una mentira para salir airosos del trance, y pese a ser una y otra vez pillados, prefieren seguir poniendo objeciones que decirnos un simple: “se me ha olvidado, perdón”. Es bueno hacerles entender que muchas veces es peor la mentira que emplean para excusarse, que una sincera respuesta, que podemos entender.

Patro Gabaldón

miércoles, 7 de marzo de 2012

Aprender a caminar: un gran logro para los bebés

¿En qué momento se despierta en nuestro bebé el deseo de ponerse en pie e intentar caminar, aunque sea agarrándose a los muebles? Patalear, balancearse, rectar o gatear son unos “pasos previos” importantísimos para que nuestro bebé comience a caminar; son el entrenamiento previo que le proporciona potencia muscular, precisión en los movimientos, coordinación y equilibrio.

¡Empezar a caminar resulta una auténtica proeza! Pese a las innumerables caídas y golpes que se dan durante el aprendizaje, los bebés, valientemente, no dejan de intentar ponerse en pie y ejercitar lo aprendido. La carita que acompaña los primeros pasos es pura adrenalina:  la imprecisión de sus pasos, las piernitas arqueadas, los tambaleos, la concentración, las manitas apretadas, los cortos pasitos de muñeca, los acelerones bruscos y las culetadas son imágenes maravillosos de contemplar para los padres, y suponen un gran logro para los bebés.

Aunque a partir del año, la mayoría de los bebés empiezan a dar sus primeros pasitos, agarrándose de la mano de sus papás o asiéndose a los objetos a su alcance; algunos experimentados se atreven ya a caminar pequeñas distancias. Otros, más perezosos o inseguros, todavía no parece que tengan intención de empezar. Estos últimos, en principio, no precisan de nuestra atención, si observamos que están en el camino y experimentan interés por gatear y desplazarse de alguna manera; sólo necesitarán algo más de tiempo, ya que no todos los bebés tienen la misma tonicidad muscular, ni el mismo peso, ni la misma inquietud.

El proceso de caminar puede durar todo un año, en el segundo año de vida el bebé habrá alcanzado un nivel bastante aceptable en el desplazamiento erguido, además de haber aprendido o perfeccionado la mejor manera de caer o levantarse, es muy raro que un niño se haga daño cuando cae al caminar a no ser que se golpee con algún objeto. Durante este segundo año empiezan a familiarizarse con su nueva manera de desplazarse y con sus pérdidas de equilibrio, perfeccionan el proceso cambiando el sentido de la marcha, frenando o trasportando objetos en las manos. Los bebés, a los dieciocho meses, ya empiezan a dominar la técnica y desarrollan otras capacidades motrices como dar patadas a la pelota, arrastrar o empujar un juguete, bailar, agacharse, intentar saltar o caminar de puntillas. Nuestro bebé está preparado para ver mundo y desarrollar otras muchas habilidades en el futuro.

Patro Gabaldón

lunes, 5 de marzo de 2012

¿Qué hacer cuando nuestro hijo dice palabrotas?

El lenguaje tiene un gran poder expresivo y, sin duda, el niño  a través de las palabras expresará sus conductas desafiantes o provocadoras. Al comienzo de la edad escolar es cuando nuestros pequeños empiezan  a pronunciar sus primeras increpaciones, descalificaciones o palabrotas. Muchos de ellos ni siquiera conocen el significado de estas palabrotas, pero saben que su empleo llama la atención de los oyentes, provocándole diferentes reacciones.

Las respuestas que provocan en el oyente: enfado, risas, temor, vergüenza, etc. es parte del atractivo para que el niño comience a hacer sus pinitos en este campo. Estas nuevas palabras les pueden hacer sentir superior y mayor, ya que casi nunca pasan inadvertidas para nadie.

El que los niños hablen de la caca, los pedos, los mocos verdes y cosas por el estilo ofrecen al niño una vía de escape a las risas, una trasgresión a las normas sumamente divertida y, por ello, son muy habituales. De la misma manera, aunque mucho más perseguidas por los padres y educadores, los niños comienzan a emplear tacos para conseguir reacciones en los demás.

¿Cómo debemos reaccionar nosotros para que el taco no se afiance en el lenguaje habitual de nuestro hijo? Hay algunas palabras que podemos ignorar, no darles importancia, pero si se trata de palabras demasiado agresivas o  que puedan impedir una relación social normal con otros niños, hay que poner límites firmes, ya que suelen ir acompañadas de conductas agresivas, de mal humor y otros problemas de conducta.

-         Lo primero sería conocer los motivos y los fines que mueven a nuestro hijo a decir palabrotas: por imitación de niños más mayores o adultos, por manifestar su impotencia o enfado, por tantear el terreno o por llamar la atención.

-         Ofrecer un buen modelo de lenguaje, evitar palabrotas, descalificativos y enfrentamientos verbales delante de los niños.

-         Explicarles con naturalidad por qué no han de usar esas palabras, sin escandalizarnos, enfadarnos  o reírnos.

-         En ningún caso debemos permitir insultos fuertes a nadie, ya que supone una falta de respeto y más que arreglar las diferencias, las agrava y acarrean problemas sociales.

-         Corregirles ofreciéndoles alternativas: frases como “estoy enfadado” o “esto es una birria”… es una mejor que otras alternativas peor sonantes o vulgares. Sustituir otras palabras también expresivas para sustituir el impulso de decir una: ¡vaya! ¡jope! O jugar a “el mundo al revés”: expresar todo lo contrario de lo que expresan con los tacos.

-         Si son algo más mayores, podemos invitarles a buscar en el diccionario la expresión que utilizan para que puedan entender su significado. Todavía recuerdo que cuando era pequeña me dio por decir una rima que me parecía divertida: “vieja pelleja”, sin saber lo que significaba. Cuando mi madre me invitó a buscar la palabra en el diccionario me di cuenta de lo inapropiada que era mi expresión. Yo misma procuré evitarla en adelante.

Patro Gabaldón


jueves, 1 de marzo de 2012

Papás embarazados

El hombre, al igual que la mujer, empieza a formarse como padre antes de poder ver la carita de su hijo. Si bien es cierto que el hombre no está provisto de útero ni otros requisitos anatómicos para albergar la vida de un bebé, es coopartícipe en el hecho de engendrar una vida y por tanto, el proceso del embarazo también es importante para él. 

Cada vez son más los papás que se involucran en todo lo concerniente a sus hijos, ya desde que están en el vientre. Los hombres actualmente participan plenamente de la vivencia gozosa del embarazo de su mujer y reconocen su responsabilidad en la construcción de una familia. Asimismo, son de un gran apoyo en el parto, posparto, lactancia y, son mucho más activos que antes en el cuidado de sus hijos. 

Los papás no quieren perderse estos momentos porque saben que esta etapa inicial de su paternidad le aportará grandes experiencias. Así que no nos extraña en absoluto que los hombres ahora participen activamente en el embarazo de su esposa;  pero lo que, sin duda, sí nos sorprende es que algunos padres puedan experimentar físicamente síntomas y  efectos de un embarazo, mostrando una empatía con las futuras mamás fuera de lo normal. 

Yo no pude creer hasta que lo vi, que el vecino de mi hermano tuviera manchas en la cara durante el embarazo de su esposa. Al igual que ella, mostraba en su piel el cloasma gravídico típico de las embarazadas. Pues bien, parece que el embarazo psicológico de los futuros papás es más habitual de lo que puede parecer. No sólo pueden implicarse desde un principio o pueden sufrir las ansiedades, temores  y emociones propios de las madres, sino que también algunos pueden experimentar en su propio cuerpo los cambios y molestias físicas de un embarazo. Dolores de espalda, mareos, calambres, mayor apetito, etc. aparecen mientras su mujer también los sufre y desaparecen tras el parto. La cuestión más sorprendente es que estos efectos puedan deberse no sólo a aspectos psicológicos, sino a cambios hormonales  iguales o parecidos a los que tienen sus mujeres.

El doctor Arthur Brennan de la universidad de Kingson piensa que los hombres pueden sentirse embarazados, debido también a las hormonas, especialmente al aumento de la producción de prolactina, asociada a la lactancia. Después de esto, ¿qué queréis que os diga?, parece que la naturaleza también prepara a los hombres para la paternidad ¿o debería decir maternidad? En fin, ¡qué lío!

Patro Gabaldón



miércoles, 29 de febrero de 2012

Consejos para el cuidado de la piel del bebé lactante

La piel del bebé lactante es especialmente delicada, ya que puede mostrar especial sensibilidad ante detergentes, perfumes, alimentos, tejidos, suciedad o exposición al sol. El cuidado e higiene de la piel del bebé debe comenzar desde el primer momento, con una correcta higiene e hidratación.

El recién nacido nace con una capa autoprotectora, que no debe quitarse; por eso en un principio se procede a un secado, respetando la grasilla con la que nacen. Hasta que no se le caiga el ombliguito, es mejor que nos limitemos a limpiarles sobre una superficie blandita con un paño de algodón humedecido o una esponja natural (sin inmersión).

Para el primer baño, debemos asegurarnos de que el agua no esté muy caliente. Los primeros baños del recién nacido deben ser rápidos; cuando sean algo más mayores y puedan jugar con el agua, podremos dilatar un poco más la duración del baño. Lo mejor es que un principio empleemos nuestra mano para enjabonarles y aclararles; nuestros dedos son el mejor instrumento para limpiar los pliegues del cuello o genitales. Finalmente nos aseguremos de un correcto secado sin frotar y una correcta hidratación mediante aceite o loción (es un buen momento para masajear y acariciar al bebé).

Los jabones, tanto para el baño como para lavar su ropita, han de ser libres de detergentes o con ph neutro, preferiblemente sin perfumes; también nos aseguraremos de un buen aclarado posterior. Los jabones de glicerina son los más indicados para los bebés.

Asimismo debemos evitar ponerles ropa nueva, sin haberla lavado previamente y procurar que los tejidos que entren en contacto con la piel sean siempre naturales (procurad evitar el contacto directo de la piel con lanas o fibras sintéticas). Tanto las toallas que empleemos como la ropa de cama, arrullos y ropa interior es necesario que sean de algodón y que estén bien limpias, aclaradas y, preferiblemente, planchadas.

También debemos evitar que el bebé tenga un contacto directo con la luz solar. Todos los dermatólogos coinciden en que los bebés menores de seis meses no deben tomar el sol ni siquiera con protección, por lo cual  en los paseos diarios evitaremos las horas de sol más intenso y nos proveeremos de sombrillas para el carrito. En nuestras paradas, debemos buscar, preferiblemente, la sombra, ya que la exposición directa al sol puede provocarles lesiones o quemaduras en la piel.

Aún con todos estos cuidados puede que el bebé presente ciertas marcas de nacimiento en la piel, granillos o enrojecimientos que suelen ser benignos, como las famosas engordaderas, pero debemos consultar con su pediatra si persisten. Debemos acudir al médico ante la presencia de dermatitis, eccemas, salpullidos o síntomas sospechosos.

Patro Gabaldón

lunes, 27 de febrero de 2012

Una mamá con mucho morro

Voy  a reproducir textualmente una conversación escuchada esta misma mañana en la pescadería de una gran superficie. Eso es lo que tiene ser madre en paro: a primera hora de la mañana puedes hacer las compras del mejor pescado fresco y puedes poner la antena, sin interferencias, en conversaciones ajenas.

Reproduzco: (El nombre es inventado, no me acuerdo; pero mejor,  así la protagonista permanece en el anonimato)

-         Hola María, ¿cómo tú por aquí a estas horas? ¿has cambiado el turno?

-         Sí, la verdad es que prefiero trabajar por la tarde, ya que tengo un hijo y me es mucho más cómodo. Por la mañana le dejo en el cole y yo hago las compras o lo que me apetezca tranquilamente sin el niño.  Por la tarde se lo llevo a la abuela y cuando le voy a buscar después del trabajo sólo tengo que acostarlo porque mi madre me lo deja ya cenado.

Ganas tuve de darle un capón, pero por supuesto reprimí mis ganas y no consumé el acto (¡qué atroz pensamiento!). Eso sí, reproduje para mis adentros : ¡vaya morrazo! (expresión al más puro estilo de mis hijos).

 ¿Para qué tienen hijos algunos? ¿Qué tipo de madre prefiere encasquetarle el niño a otro (aunque sea la abuelita) que cuidarlo ella misma? Sobre todo cuando tiene la gran suerte de poder hacerlo y  seguir manteniendo su empleo.

 Vaya por delante que yo admiro enormemente a todas las madres y, aunque entiendo que todos necesitamos momentos en el que poder evadirnos, no entiendo que compartir la vida con tu hijo pueda ser una carga, un aburrimiento o una responsabilidad penosa.

En un ataque de arrepentimiento por haber juzgado a “María”,  pienso que realmente no me puedo poner en el pellejo de una madre con la profunda grave carencia: la de no disfrutar de los momentos cotidianos que todos los hijos regalan a sus padres; pero sobre todo me da pena ver la ceguera con los que algunos padres manejan su paternidad.

A parte de alguna que otra batalla interna que protagonizamos, ejercitando la paciencia del santo Job, perdiendo del todo los nervios o  cincelándonos a martillazos para no ser unos malos padres… ¡somos tan afortunados compartiendo momentos de charla, risas y opiniones con nuestros hijos! No puedo entender a los que no lo hacen ¡se pierden lo mejor!

Los momentos cotidianos en compañía de nuestros hijos pueden  resultar maravillosos y divertidos. Ayer mismo en la merienda, mis niños recordaban que el mejor día de las vacaciones fue aquel día en el que ondeaba la bandera amarilla en la playa. Mi pequeño de seis años apuntó: “¡jo, sí es verdad! , ese día nos pusieron unas olas gigantes”. “¿Quién te puso esas olas?”, -pregunté, yo.  Y mi hija respondió al segundo: “Pues quien va ser?, Dios.

 Tengo el gran honor de disfrutar casi a diario de sus ingeniosas respuestas, de sus inocentes pensamientos y confidencias, de episodios únicos y auténticos como este que  he ejemplificado. Realmente, soy una madre privilegiada… y  absolutamente todos los niños tienen momentos estelares  e inolvidables que hacen que se nos caiga la baba disfrutando de las ingenuas argumentaciones. Mi deseo para todos los padres  es que disfruten de todo el tiempo posible con sus hijos y de todas las facetas de su paternidad. ¡Eso sí que es tener “mucho morro”!

Patro Gabaldón

martes, 21 de febrero de 2012

La lengua de trapo de nuestros pequeños

Me dan ganas de apuntar para  la posteridad unas cuantas palabras que aunque dichas en español bien podrían corresponder a cualquier otra lengua del mundo. ¡Qué bonitos e indescifrables son los términos que usan nuestros pequeños cuando se lanzan a hablar, esa linda y graciosa lengua de  trapo, que nos hace pasar unos divertidos momentos o que nos resulta del todo ininteligible.

Piíposa, totolilo, suto, abela, echute, lete, panque, teomí, tolili ¿Qué no lo entendéis? ¡Pues para nuestros pequeños esté bien claro, hombre!: mariposa, cocodrilo, susto, abuela, estuche, leche, parque, quiero dormir, tía Loli. Quizás mamá ya puede reconocerlas, pero el resto de los mortales necesitarán algo más de tiempo de entrenamiento.

Con dos añitos y pico mi pequeño dominaba la “t”, sin duda era su fonema favorito. Pero esta predilección suya hacía que una palabrita suya pudieran ser cientos de las nuestras. Si a esto le sumamos  que con frecuencia se animaba a pronunciar una larga parrafada sin artículos y con todo tipo de desafíos sintácticos, imaginaos lo complicado de descifrar el galimatías.

A partir de los 18 meses de edad, más o menos, nuestro bebé empezará a lanzarse lingüísticamente, empezará a comunicarse con nosotros, a través de un pequeño repertorio de palabritas y frases que irá ampliando y perfeccionando gradualmente.

He leído que a partir de los 3 años el vocabulario de nuestro hijo podrá alcanzar las 1000 palabras (aunque parece que algunos a los catorce se olvidan de ellas). Asimismo podrá entender, expresarse y comunicarse con total normalidad mediante el habla, hasta tener un lenguaje perfectamente estructurado, aunque no del todo correcto. Este lenguaje inicial “tipo indio” y de dudosa significación irá dando paso progresivamente a frases sencillas, en las que irán insertando un verbo, aunque todavía seguirán presentando alguna limitación en la utilización de artículos o preposiciones.

A lo largo del tercer año, a podremos tener una conversación fluida con nuestro pequeño, su manera de hablar mejorará considerablemente con la puesta en práctica, especialmente si disponéis a erradicar malas pronunciaciones (ya que la finalidad última es que todos sean capaces de entender al niño), y buscáis ocasiones para estimular la comunicación verbal entre vosotros.

 Para conseguir que el habla de vuestro hijo no necesite de la ayuda de un intérprete, podemos seguir algunos consejos:

-       No imitar su forma de hablar por gracioso que pueda parecernos

-       No avergonzarle, si habla mal. Puede que por este motivo pueda sentirse inseguro u ofendido y opte por callarse

-       Cuando pronuncie mal una palabra, debemos repetir a continuación la palabra bien pronunciada, de forma clara para que él mismo pueda corregirse, hacerlo tantas veces como haga falta y con total naturalidad.

-       Ampliar sus telegráficas frases para que sean más elaboradas y hacer nuevas preguntas o comentarios sobre el tema en cuestión. Por ejemplo, si nos dice: “tero agua”, podemos decirle “¿quieres beber agua? Eso es porque has sudado mucho y tienes mucha sed”.

-       Buscad cualquier escusa para hablar con ellos, especialmente sobre aquello por lo  que muestren más interés: juegos, cuentos, salidas, etc.

-       Ayudarles a corregir progresivamente los fonemas que más les cuesten, repitiéndolos o ejercitándolos pausadamente, con la posibilidad de que nos miren a la cara al pronunciarlos. Algunos fonemas del español son difíciles, especialmente en esta tierna edad: rr, ñ, ll, z, s. y el niño tenderá a cambiarlos por otros parecidos que ya conoce.


¡Dentro de poco nos entenderemos a la perfección!

lunes, 20 de febrero de 2012

Tu bebé y mil cosas más

Vamos  a pensar en lo que necesita nuestro bebé antes de ir a dar nuestro habitual paseíto bajo el sol. Hoy le pondré un vestidito ligero, una gorrita, la cremita protectora y en la bolsa del cochecito meteré ¡preparaos a la lista!: la sombrilla, una chaquetita por si refresca, un par de pañales, toallitas y crema para el culete, un cambiador de viaje para apoyarle, un biberoncito con agua, chupete de repuesto, gasita por si tiene reflujo, un baberito, unos pañuelos de papel, un sonajero, un cubito, una pala, el juguete favorito que le regaló la abuela, una muda de ropa por si acaso...., un termo con agua hervida y su botecito de leche en polvo, quizás también sería conveniente un potito para la merienda y unas poquitas galletas... por si las moscas. 

Os va sonando ¿verdad? ¿no creéis que necesitaríamos un remolque colgado al carrito de nuestro bebé para llevar sus cosas?

Continuamos pensando y ¡horror! ¡La situación podría ser todavía más dramática! Pensemos que sea un día lluvioso o ventoso y forzosamente haya que ir a algún lugar como, por ejemplo, al colegio del hermanito mayor; que se dé la circunstancia de que nuestro destino esté apartado de nuestra casa, que tengamos que realizar la compra diaria o semanal, que nos veamos obligados a utilizar el trasporte público, que vayamos con hora fija... ¡el carrito de nuestro bebé se va haciendo cada vez más y más inabordable!

¡Ya decía yo que llevo varios meses con dolor de espalda! Te preguntarás ¿Hasta cuándo tendrás que llevar tantos bártulos? Me gustaría responderte que sólo unos cuantos meses, pero no. Quizás,  siendo positiva, pensarás que cuando nuestros bebés sean algo más mayorcitos, ellos mismos estarán encantados de cargar con su mochilita y así es, pero ¿qué llevarán en ella? Pues bien, a no ser que tú se la prepares, lo más probable es que lleven objetos tan ocurrentes como una piedra, una linterna, algún dibujo, el chupete de su hermano.... y, con un poco de suerte, ¡una botellita de agua!

Bueno, según parece nos tocará estar en forma unos cuantos añitos más y tirar del carro en esta aventura de ser padres.


Escrito por Patro Gabaldón para www.guiainfantil.com

jueves, 16 de febrero de 2012

Alimentación durante el tratamiento de cáncer en los niños

La alimentación es uno de las necesidades más básicas del ser humano: forma y repara tejidos, aporta energía y regula el buen funcionamiento del organismo… Ayer fue el día internacional del niño con cáncer y, por eso, quisiera tratar hoy la alimentación durante el periodo de tratamiento de esta enfermedad que es muy dura tanto para los niños afectados como para sus familias.

 Tras el tratamiento de enfermedades como el cáncer y otras que necesitan de atención hospitalaria, la alimentación juega un papel fundamental en la recuperación. Ana Belén Bautista, psicóloga de la Asociación de Familias de Niños con Cáncer (AFANION), nos advierte de la importancia de abordar los problemas alimentarios de los niños con cáncer, para disminuir la ansiedad de los padres y aportarles mayor seguridad, ya que comer bien siempre es importante, pero en el niño enfermo lo es aún más.

 La quimioterapia es uno de los tratamientos más habituales y efectivos para combatir el cáncer, pero este tratamiento destruye las células que crecen rápidamente, pudiendo dañar también a otras sanas, que también se multiplican rápidamente como las del pelo, la boca, el estómago, intestino, etc. En consecuencia, el tratamiento puede provocar unos efectos secundarios, que afectan a la alimentación como la falta de apetito, náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento. Es importante que los padres sepan actuar ante estos problemas que afectan a la dieta de su hijo.

 Las recomendaciones dietéticas para los niños en tratamiento de cáncer son iguales a las de la población sana, aunque están orientadas a recuperar la fuerza, la energía y las defensas del cuerpo, o subsanar efectos adversos del tratamiento. Los consejos nutricionales habituales incluyen comer mucha fruta, verduras y cereales, con una moderada ingestión de carne y productos grasos y derivados de la leche. Sin embargo, para los niños que están en tratamiento, las recomendaciones se centran en ayudarle a comer alimentos ricos en calorías y proteínas, como tomar más leche, queso y huevos, así como usar más aceite virgen de oliva, mantequilla y margarina.

Los niños enfermos de cáncer y su familia tienen que combatir no sólo la enfermedad, sino también contra los efectos que su tratamiento acarrea. Estos pequeños y sus padres tienen que luchar tanto con factores físicos como psicológicos o emocionales: ansiedad, depresión, miedo o cambios de rutinas, que influirán negativamente en su alimentación. Por ello, os aconsejo la consulta de la guía publicada por afanión “Buen provecho”, con ella, podéis afinar más en las necesidades de vuestro hijo. En ella, se recogen más concretamente los consejos dietéticos específicos para: la diarrea o estreñimiento, inflamación y llagas en la boca, alteraciones en la percepción del sabor de los alimentos o falta de apetito, entre otros ¡es muy útil y sencilla!

miércoles, 15 de febrero de 2012

La comida de tus hijos: mejor en compañía

Culturalmente, todas las celebraciones incluyen un momento especial en el que compartimos mesa con familiares o amigos. El momento de la comida es mucho más de lo que puede parecer, y así hemos de trasmitirlo a nuestros hijos. La hora de la comida de tu hijo debería tener una importancia y contexto adecuados.

Estoy convencidísima de que comer en familia o en grupo es la manera idónea de hacerlo, así que cuanto antes incorporemos a nuestro pequeño  a la mesa  familiar, mejor que mejor. Conozco muchos niños pequeños que comen solos, bajo la atenta mirada y paciencia de sus madres, que en ocasiones se eternizan frente a la trona. Los niños deberían comer, al menos, con nosotras, ya que la compañía aumentará su apetito y, junto a otros comensales, será menos probable que afloren remilgos y exigencias ante un plato que les resulta poco apetecible.

Muchas madres se sorprenden cuando su hijo come alimentos en la guardería o en el colegio que de ninguna manera los aceptarían en casa. A mi sobrinita de 3 años nunca le gustó el puré de verduras… nunca hasta que por casualidad este plato era el que estaba preparado para cenar en casa de la tía junto a sus primos. Mi cuñada miró con escepticismo a la niña y al plato que tenía frente sí. Mi sobrina, sin poner objeción alguna, comió su ración al igual que lo hicieron el resto de los niños. ¿Cuál fue la causa? Está bastante claro, fue el nuevo y atrayente ingrediente que se añadió a este puré: la compañía deseada y divertida de sus primos y tíos. A partir de entonces cuando su mamá le hacía puré, ella le preguntaba: ¿es el de la tía, verdad? Pues bien, anécdotas como esta declaran que el momento de la comida debe ser esperado y agradable para nuestro hijo.

Comer en familia o en grupo tiene muchas ventajas para  tener en cuenta:

-         Favorece que el niño adopte, como suyos, buenos hábitos  a la hora de alimentarse. La alimentación se desarrolla en un ambiente adecuado en el que los miembros de la familia o los de un grupo de escolares interaccionan, disfrutan y participan. Comer solo es muy aburrido y, en ocasiones, el niño  lo hace como un autómata. La desgana se apodera de él y le impulsa a evadirse de una situación poco atractiva.

-         Incita a los niños a atreverse a probar nuevos alimentos. Viendo a sus padres o hermanos mayores, los más pequeños no dudan en “robar” alguna cosilla del plato de los mayores. Los niños a partir de un año se atreven a acceder de manera voluntaria a alimentos no triturados y a masticar tal como lo hacen los demás.

-         Marca un  ritmo y un tiempo razonable para comer; sin prisas pero sin pausa.

-         Nos ayuda a los padres a detectar y prevenir posibles desórdenes en la alimentación: anorexias, sobrealimentación, fobias o alergias.

-         El momento de la comida nos puede servir  para enseñarles a tener pequeñas responsabilidades en el hogar como  poner la mesa o recogerla, barrer las migas del suelo, etc.

-         Se consigue alimentar, no sólo el cuerpo, sino también la comunicación entre padres, hijos y hermanos. Es un excelente momento de encuentro familiar, de los que cada vez disponemos menos.

Podríamos añadir muchas más bondades sobre comer en compañía, pero lo mejor es que lo pongamos en práctica porque los buenos hábitos de alimentación también se aprenden y se trasmitan a través de nuestro ejemplo.

martes, 14 de febrero de 2012

¿Los niños también se enamoran?

Hoy 14 de febrero he visto en el calendario de la pared que se celebran  gran cantidad de santos, pero el que, sin duda, se nos viene más rápidamente a la mente es San Valentín, patrón de los enamorados. Seguramente, muchos de vosotros habéis escuchado alguna vez la declaración pública de amor de vuestro hijo o hija hacia un amiguito o amiguita de clase. Ya no hablan de amigos, sino de novios. ¿Acaso los niños también se enamoran?

El enamoramiento, sin duda, tiene  un altísimo contenido de amistad, de admiración y de empatía hacia el otro, así que si nos limitamos a esto, bien podría darse en nuestros hijos. Pero también sabemos que la atracción física tiene un papel determinante en este estado que nos llena de emoción y alegría.

Los niños hablan de noviazgo, a veces, sin ser correspondidos, simplemente porque les atrae pasar su tiempo con algún amigo especial, o con aquel que es más admirado por la clase. Recuerdo vagamente que en el cole todas mis amigas y yo estábamos “enamoradas” de Óscar; me sonrío por la ingenua manera de entender noviazgo que tenía por entonces. Pues bien, éste compañero de clase era el que mejor dibujaba y tenía un trato muy cariñoso con todos sus compañeros, así que a todas nos hacía tilín y decíamos que era nuestro novio. Lo gracioso era que realmente nos importaba bien poco compartirlo o que éste no mostrara interés alguno por nosotras. Ser novia de Óscar era más bien un título, no requería ningún  tipo de esfuerzo o compromiso de nuestra parte.

Respecto a esto de enamorarse, D. José Luis Pedreira, psiquiatra y psicoterapeuta, apunta que los niños no se enamoran antes de llegar a la pubertad, ya que todavía no están preparados biológicamente para segregar las sustancias químicas que regulan la atracción física y no están equipados para comprender debidamente la condición de elección mutua que se produce en el noviazgo.

Efectivamente, nuestros pequeños no necesitan ser correspondidos en su fantasía, es más ni siquiera sufren cuando los novios no se da por aludidos, prefieren a otros, o les son “infieles”. Así que parece más bien que son conductas imitadas. Eso de ser novio de alguien es algo que les hace  sentirse mayores, aceptados y especiales. Muchas veces hablan de “ser novio” cuando sienten una preferencia especial por algún amigo de diferente sexo y establecen una relación parecida a la que ven en sus padres o en otras parejas de su entorno. Estas declaraciones suelen ser el inicio de su conciencia sexual.

Estas confesiones por parte de nuestros niños pueden servirnos  para explicarles por qué dos jóvenes se besan en la calle, por qué los padres deciden unir sus vidas y formar una familia… en fin, para dar respuestas a sus sentimientos, a sus dudas y a sus relaciones con los demás.

lunes, 13 de febrero de 2012

¿Es posible la felicidad para nuestros hijos?

Si nos preguntaran que queremos para nuestros hijos en esta vida, la gran mayoría de los padres responderíamos que nuestro deseo es que sean felices. Y, aunque parezca algo fuera de nuestro alcance y creamos que el azar y la suerte nos ganan la batalla, los padres poseemos una gran arma a nuestro alcance: la educación. No debemos renunciar a educar nosotros mismos a nuestros hijos y no debemos dejar que otros medios sociales nos arrebaten este papel determinante. Nuestros hijos necesitan de nuestro ejemplo y del puesto de importancia que ocupan en sus familias.

No es ambicioso aspirar a que nuestro hijo sea feliz en la vida, ya que no deberíamos ver la felicidad como un equivalente al éxito, como una utopía o un estado efímero. Nuestros hijos pueden aspirar a la felicidad siguiendo un rumbo sosegado y un timón firme que les lleve a enamorarse de la vida.

Los niños quizás puedan preguntarse por qué hay que ser bueno, por qué hay que estudiar, para qué sirven los sacrificios y los contratiempos. Sin emociones, los frutos de la inteligencia tienen poco sentido, los niños tienen que saber la utilidad y el objetivo final de sus esfuerzos intelectuales y conductuales, y este “objetivo curricular” es encontrarse con la felicidad.

Educar para la felicidad no es enseñar a llegar a lo más alto o tener éxito, ya que éste siempre es transitorio. Educar a nuestros hijos para la felicidad es enseñarles a que ellos pueden trasformar el mundo, no sólo con sus éxitos, sino también con su alegría de vivir, su ejemplo y su esfuerzo. Ni la salud ni el dinero son garantía de felicidad, aunque desde luego ayudan.

Recuerdo una frase que se quedó grabada en mi adolescencia: “No importa lo que el mundo te da a ti, importa lo que tú das al mundo”. Dar y darse es lo que más gozo y más felicidad puede darnos en la vida.

Ser feliz parece algo así como una toma de conciencia, un proyecto inexplicable, un privilegio. La felicidad no se posee, se comparte. Es una actitud más que un estado de gracia, una fuente que brota de nuestro corazón y una necesidad constante de que otros beban de ella.

El egoísmo, el aislamiento, la preocupación, el temor y la culpa deben ser desterrados en la educación de nuestros hijos porque nos hace pequeños y frágiles. Por el contrario, el amor a los demás y a nosotros mismos porque somos valiosos, es lo que nos hace grandes e importantes. Dar el paso de una alegría vital personal o otra universal es la llave de la felicidad de nuestros hijos, abrirse a los demás es lo que nos proporciona una mayor satisfacción y de ello damos fe los que somos padres.

Los niños no se educan solos, necesitan de nuestra guía para encontrar el rumbo hacia la felicidad. El amor, la delicadeza en el trato, la paz, la alegría, la serenidad, el buen humor…, sin olvidar la autoridad, son virtudes a poner en práctica con nuestros hijos. ¡La felicidad es sumamente contagiosa!

jueves, 9 de febrero de 2012

Los loquios: cómo actuar

El posparto, normalmente, es lo menos difundido de todo el proceso biológico de tener un hijo. Nos parece oír campanas sobre las pérdidas sanguinolentas o hemorragias que tendremos, las molestias en la subida de la leche, la recuperación de la silueta, la reanudación de las relaciones sexuales, pero muchas veces, con nuestro primer hijo navegamos en un mar de dudas.


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Artículo escrito por Patro Gabaldón para www. Guiainfantil.com

miércoles, 8 de febrero de 2012

Consejos dietéticos para el niño bajo en defensas

Es frecuente de durante una enfermedad larga o un tratamiento continuado bajen las defensas; asimismo hay épocas del año o de la vida en las que somos más vulnerables a los virus y enfermedades por lo que es interesante conocer que una buena alimentación es una gran aliada  a la hora de aportarnos energía, y fundamental para potenciar y renovar nuestro organismo.

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Artículo escrito por Patro Gabaldón para www.guiainfantil.com

martes, 7 de febrero de 2012

¿Por qué balbucean los niños?

Una mañana tu pequeño ruiseñor te sorprenderá  y llamará tu atención con sus primeros gorgoritos. ¡Dios mío, qué alegría para papá y mamá cuando nuestro bebé  experimenta  con sus cuerdas vocales preciosos  sonidos y gorjeos con un rostro sereno y sonriente!

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Escrito por Patro Gabaldón para Guiainfantil.com

lunes, 6 de febrero de 2012

Carta de una adolescente a su hijo no nacido

La vida, a veces, nos corta trajes que nos quedan 3 ó 4 tallas más grandes, algo que nos exige madurar repentinamente y vivir a toda velocidad…. Seguramente, todos nosotros hemos necesitado en alguna ocasión de una palabra de aliento, una mano amiga, un consejo amable o una mirada comprensiva. Buen ejemplo de la necesidad de afrontar los problemas, de darles la vuelta o reconocer que somos vulnerables es la carta que una joven escribe a su hijo no nacido.

Es una historia enternecedora, un pudo haber sido y no fue, un amor insatisfecho, un gran pesar, una presencia constante, la búsqueda de perdón… todo esto es el poso que me deja al leer esta hermosa carta. Sin ánimo de levantar ampollas, dejo este testimonio de alguien que ha vivido y está viviendo en primera persona  la pérdida de un hijo,  para que pueda servir de ayuda  y reflexión a mujeres que se planteen pasar por el duro y doloroso trance de un aborto.

 “Querido bebé: Soy tu mamá, la que se equivoca y la que gracias a ti ya tiene ese título tan hermoso. Lo primero que te quiero decir es perdón por no darte la oportunidad de vivir que te mereces. Tú no tienes la culpa de las negligencias que tu papá y yo hemos podido cometer. Hoy me doy cuenta de que hemos actuado de un modo muy egoísta.     

Una vez me dijeron que por ser mujer entendería de estas cosas de la maternidad, pero la verdad es que nadie más que nuestros hijos nos enseñan a ser padres. No es fácil, sobre todo con el primero, con quien recibimos el título de ‘mamá’, pero con el que, con amor, nos equivocamos muchas veces.

Eres mi primer hijo o hija y así te reconozco. Tú nunca fuiste un error y ahora yo trato de incluirte en mi vida. No lo tomes como una excusa pero llegaste en un momento muy difícil, tu padre y yo estudiando y sin la madurez y recursos necesarios para responsabilizarnos de tus primeros pasos. Estoy a la vez contenta y muy triste de saber que hubiera podido ser mamá. Quiero que sepas que me llena de orgullo poder decirte que fuiste concebido con mucho amor. La decisión que tomamos fue muy dura, MUY DURA y no se supera fácilmente, por no decir que no se supera nunca.

Me has enseñado en unos días más que en muchos años de escuela. Estarás presente en mí toda la vida y espero que más adelante pueda formar una familia contigo en el corazón y contando a tus hermanos que tú eres el mayor.

El botiquín para tu hijo: Medicinas, tiritas y dedicación

Cuando regresé a casa con mi bebé en brazos, después de dar a luz, me di cuenta de que me faltaban algunas cosillas. Yo, como cualquier mamá, había preparado su nidito con todos los detalles, pero pronto comprobé que debía de ir a una farmacia a comprar gasas, sueritos, algodón, crema hidratante, alcohol de 70º… parece que las novatas no solemos tener en cuenta estas pequeñeces.

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Escrito por Patro Gabaldón para Guiainfantil.com

viernes, 3 de febrero de 2012

Falta de concentración durante el embarazo

Me encanta seguir aprendiendo cosas sobre el embarazo y en esta ocasión he leído algo referente a un síntoma que puede afectarnos durante la gestación, algo menos conocido. No se trata de ninguna alteración física como náuseas, dolor de espalda, aumento de peso, etc., sino del “síndrome de cabeza de chorlito” ¿gracioso nombre, verdad? Los cambios físicos y hormonales nos llevan irremediablemente a experimentar una mayor torpeza física, pero es que además parece que también podemos tener una mayor “torpeza mental” ¡lo que nos faltaba!

Visto desde fuera podría parecer que tuviéramos la cabeza en las nubes o que nos diera todo igual ¿Será que tenemos la mente únicamente puesta en nuestro bebé y no cabe ningún otro pensamiento que podamos recordar a corto plazo? Desde luego las prioridades pueden cambiar estando embarazada, puede ser normal que nuestro embarazo ocupe el primer puesto en la parrilla de salida de nuestro pensamiento, pero no creo que una mujer pueda descuidar sus tareas cotidianas por el simple hecho de estar embarazada. Por si acaso, lo mejor es que no se entere el jefe.

Fuera de bromas, no se trata de que hayamos descendido unas cuantos peldaños en la escala evolutiva ni que hayamos perdido capacidad intelectual, lo que parece ocurrir es que por efecto de las hormonas nuestra memoria puede verse alterada, de manera que algunas embarazadas pueden volverse más despistadas, se olvidan más fácilmente de las cosas o tienen descuidos como dónde han aparcado el coche, el pago de un recibo urgente, etc. ¡Menos mal, que se trata de un síntoma temporal! 

No sé si alguna de vosotras habréis experimentado este síndrome o no, pero lo mejor desde luego es lo combatamos de alguna manera para que no podamos tener descuidos graves. Para ello, tendremos que hacer el ejercicio de apuntar diariamente las tareas que tenemos que realizar, por medio de agendas, pos-it, o recordatorios electrónicos; pero si nos preocupa realmente, deberíamos de hacer un mayor hincapié en no caer en olvido, empezando a realizar las cosas poniendo todos nuestros sentidos (no de manera automática como solemos hacerlo), siendo conscientes en todo momento. Asimismo también podemos entrenar nuestra memoria a través de juegos y actividades de entrenamiento como: sudokus, crucigramas y juegos para potenciar la memoria y habilidades intelectuales. Pero, si alguna de vosotras es despistada por naturaleza siempre podéis echarle la culpa a vuestras hormonas.

jueves, 2 de febrero de 2012

El mejor maestro

Seguramente a muchos padres nos gustaría poder mirar por un agujerillo lo que se “cuece” en la clase de nuestro hijo. Poder así ser testigos presenciales del ejercicio profesional de los maestros y de cómo nuestro hijo se desenvuelve en el colegio. Pero, en cierta media, tenemos abierta esta pequeña ventana mirando a nuestros hijos, ellos reflejan fielmente la felicidad y satisfacción, o por el contrario, la indiferencia, ansiedad o preocupación que sienten por ir al cole.

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Artículo escrito por Patro Gabaldón para www. Guiainfantil.com