martes, 12 de junio de 2012

Mi hijo no quiere lavarse

La adquisición de hábitos de higiene en los niños no sólo tiene importancia en el ámbito de su salud, también tienen una gran repercusión social, ya que la falta de higiene  puede repercutir en otras personas de su entorno y en la propia imagen.

Que el niño vaya con la ropa manchada o con las rodillas negras es esperable, después de una jornada en el cole, en el parque o en la calle; es indicativo de que el niño juega, disfruta y se relaciona. Pero desde pequeños debemos fomentar e incluso recompensar con el mimo y cuidado de su cuerpo a nuestros hijos. Un niño limpio, bañado y bien oloroso, se sentirá reconfortado e incorporará estos hábitos en su rutina diaria sin problemas.

Los más pequeños estarán encantados de experimentar por sí mismos el lavado de sus manitas o el lavado diario de  dientes con un gran despliegue de jabón y pasta dental… Pero no es raro que cuando las rutinas ya se han afianzado y son totalmente autónomos, nuestros hijos experimenten algún episodio de pereza e intenten escaquearse de lavarse los dientes, de peinarse, lavarse el pelo o ducharse. Sus habitaciones quedarán impregnadas de un olor a pies insoportable o los nudos del cabellos serán “misión imposible” para nosotros. Puede ocurrir que el niño que antes se perfumaba y se peinaba con gusto, pase a ser un descuidado con su higiene.

La higiene de una persona es algo que acabará perteneciendo a su intimidad, pero que sigue siendo una de las principales lecciones de urbanidad que debemos enseñarles. Los demás niños, pueden apartarse de los que presentan un aspecto desaliñado o sucio. Aunque la ducha, el lavado del cabello, la limpieza de orejas o el corte de uñas no sea a diario, es recomendable, eso sí,  que todos los días se laven la cara, manos, pies, genitales y dientes. Asimismo debemos enseñarles a que todos los días deben echar a lavar la ropa interior como braguitas, calzoncillos y calcetines y debemos supervisar la posible aparición de piojos por contagio, tan frecuentes en edad escolar, para atajar cuanto antes el problema.

El desorden, la pereza y la falta de nuestra supervisión pueden desencadenar que nuestro hijo abandone los correctos hábitos de higiene que antes le suponían un aliciente. La única manera de evitarlo será seguir observando su disposición,  ayudarles puntualmente en algún baño más en profundidad y evitar excusas del tipo “no me da tiempo” o “tengo mucho sueño”.

Patro Gabaldón

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