martes, 6 de noviembre de 2012

Los niños y la fe



¿Es realmente bueno renunciar a ofrecer una educación religiosa a nuestro hijo, en pro de su libertad de elección en el futuro? Muchos padres arguyen que es mejor no cercenar la libertad de sus hijos en este terreno, pero la realidad es que los padres, quieran  o no, son las personas más influyentes para sus pequeños en todos los aspectos, y tan singnificativo puede ser para un niño enseñarle una religión como no enseñársela.

Evitar que nuestros hijos tengan una formación en creencias religiosas está muy bien visto hoy en día, parece responder a una forma independiente y crítica de pensar, pero nada más lejos de la realidad. Los valores religiosos nos ayudan a definir qué es bueno y cómo podemos ser felices. Negarlo a nuestros hijos es como negarles nuestra comida para que sean ellos decidan los alimentos o los sabores que han de probar cuando tengan posibilidad de elegir.

Si bien hay que respetar las propias decisiones de los hijos, cuando estos son lo suficientemente mayores para discernir, la influencia de los padres es importantísima a la hora de poner las bases y moldear la personalidad de los niños. Los valores humanos, el derecho natural y el buen comportamiento que trasmiten la mayoría de  creencias religiosas, son altamente educativos.

En un periódico de tirada nacional leí que diversos estudios sociológicos y antropológicos demuestran que las personas religiosas son más felices, más estables y mejor integradas en sociedad. Según el artículo (poco condescendiente con la religión, por cierto), es como si el cerebro humano hubiera evolucionado naturalmente para que seamos religiosos. Así que por qué negar a nuestros hijos lo que es natural y, objetivamente, les ayudará a ser más felices. El despertar a la fe es muy fuerte en los niños. Muchas veces  me ha hecho reír cómo para mis hijos Dios es una especie de Superhéroe, aunque realmente no dista tanto de lo que creemos.

A lo que debemos poner objeción, a mi parecer, es a obligarles a realizar prácticas religiosas que requieren compromisos personales que deban asumirse desde una madurez que ahora no tienen. En eso, estoy de acuerdo en que seamos cautos y respetuosos. Ahora bien, si la religión es parte importante de nuestra vida, hagamos a nuestros hijos partícipes de esta realidad; ellos la irán moldeando en su espíritu, hasta la llegada de la madurez necesaria para tener su propia vivencia personal.

 

Patro Gabaldón

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