lunes, 26 de marzo de 2012

Algunos consejos para viajar con niños en el coche

Con el buen tiempo, empezamos a viajar con nuestros hijos, aprovechando fines de semana, días festivos y vacaciones. Ahora es buen momento para ponernos a repasar algunos consejos básicos a tener en cuenta para viajar con niños pequeños en el coche.

Lo primero, cada niño debe viajar en una sillita adaptada a su estatura y peso. Aunque parezca obvio, en caso de accidente puede salvarle la vida. Es importante no sólo ajustar bien el arnés del niño, sino asegurarse de que la sillita está bien ajustada a su vez, para que permanezca lo más inmóvil posible.

Los niños se cansan en los viajes. Hacer una parada cada 2 horas les ayudará a estar tranquilos. También aprovecharemos para que hagan pipí, corran o jueguen un poco fuera y coman algo que  pueda calmarles el hambre. Hablando de hambre, debemos llevar agua y algún aperitivo en algún lugar accesible al acompañante del conductor, porque cuando les baja el azúcar en sangre, nuestros hijos pueden ser el peor enemigo del conductor. Y tenemos que aceptar que en los viajes nuestro coche se manchará de los restos de su comida; la vida es así...

Si nuestro hijo se marea podemos ofrecerle algún medicamento apropiado para su edad. Una buena estrategia para hacer kilómetros, especialmente con niños que lo pasan mal o son nerviosos, es que vayan dormidos buena parte del trayecto. Podemos salir de madrugada o aprovechar la hora de la siesta, pero sin excedernos del tiempo que sea razonable para el conductor y si madrugar no le supone un problema.

Llevar una música acorde al momento (muy suave de madrugada, tranquila para la siesta y animada si están despiertos) puede ser un excelente medio para garantizar el orden. La música estridente o desagradable para los niños prenderá la llama del polvorín de su nerviosismo. Si se dispone de vídeo en el coche, es mejor que un poderoso calmante químico. También son muy útiles pequeños entretenimientos como un libreta y un lápiz, unas pegatinas, un muñequito, etc. Aunque conviene tener en cuenta que demasiados objetos sueltos en el habitáculo del coche, especialmente juguetes pesados o con aristas, pueden ser peligrosos; un frenazo los convertirá en auténticos proyectiles.

Si hay varios hermanos, colocar a los mayores cerca de los pequeños y enseñarles a calmarlos con su biberón de agua o su juguete preferido. Tambien habrá que cuidar cómo les colocamos para que no estén juntos los maś “pegones” o “juerguistas”.

Para las madres que den el pecho, quizá colocarse junto al bebé les facilitará la lactancia ante una urgencia (por ejemplo un atasco); como norma general, no hay que desatar al bebé dentro del coche, y para darle el pecho pararemos, así la madre y el niño estarán tranquilos y seguros. Es conveniente también vigilar que nuestros pequeños estén bien hidratados y disponer de pasasoles en las ventanillas o pañuelos grandes para protegerles del sol directo en la piel.

Para acabar, un viaje con niños es en general más largo, pesado y estresante que sin ellos. Elegir el horario adecuado para viajar, preparar cada detalle, programar las paradas adecuadas, tener a mano lo necesario, prepararse para cualquier imprevisto y armarse de paciencia deben ser parte del plan de ruta.

¡Buen viaje a todos!



Patro Gabaldón

jueves, 22 de marzo de 2012

Siete consejos para que los niños estudien

Durante el curso escolar, retomamos nuestros desvelos para conseguir que nuestros hijos vayan contentos al colegio y aprendan lo más posible. Ya está avanzado el curso y ahora podemos valorar más claramente cómo van nuestros hijos y cómo podemos ayudarles en sus quehaceres colegiales. Podemos tener en cuenta algunos consejos para poner en práctica en casa.

-Nadie se estimula solo. Si queremos que nuestros hijos tengan interés por aprender y dedicar tiempo al estudio, debemos dedicarles algo de tiempo; hacer de los ratos de tarea en casa momentos de disfrute conjunto y, por supuesto, complementar las explicaciones del profesor (que tiene muchos más alumnos que nosotros en casa) serán una ayuda estupenda para que no se sientan superados por la exigencia del aprendizaje. Nuestras palabras siempre serán más cercanas que las del profesor; también sabremos interpretar mejor sus gestos o movimientos para detectar su frustración si no entienden algo, y poder incidir con paciencia en aquello que “no les entra”. 

-Crear un hábito es indispensable. Los momentos de estudio deben ser compartidos entre los miembros de la casa en la medida de lo posible y, en cualquier caso, debe hacer momentos de silencio y tranquilidad, en los que ellos puedan centrarse en sus cosas del cole (da igual si es realizar problemas de matemáticas o colorear dibujos de plástica). Repetir estos momentos a las mismas horas les ayudará a coger un ritmo de trabajo necesario para aprender.

-Escucharles. Nada de lo que dicen nuestros hijos son tonterías; incluso lo que no entendemos tiene sentido para ellos y está basado en cosas reales. Preguntarles por la clase, por la profesora, por sus amigos, por su tarea, les ayuda a exteriorizar sus pensamientos y sentimientos, incluso a materializarlos si no los han madurado.

-Ser un ejemplo para ellos. Tener nuestros ratos de lectura o estudio, nuestros momentos de tranquilidad es bueno para ellos, ya que no podemos exigirles lo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer. 

-Sorprenderles de vez en cuando: llevarles a un museo, ponerles un documental interesante en la tele, enseñarles algo que nunca hayan visto en clase. Hacerles ver que hay más cosas que las que estudian con sus profesores, estimular su atención con momentos divertidos y formativos a la vez, es uno de los mejores legados para su vida de alumnos. Se puede aprender en cualquier sitio, en cualquier momento, de cualquier persona; pero hay que tener la mente dispuesta, la curiosidad “desenvainada”, el corazón abierto.

-También hay que escuchar a los profesores. Nuestros hijos pasan una buena parte del día con ellos, y su comportamiento en clase podría llegar a sorprendernos; allí viven situaciones distintas que en casa, con personas distintas; pueden ser más tranquilos o más revoltosos que en casa, más sumisos o más desobedientes. La visión del profesor es importante, y el estímulo conjunto en clase y en casa será la mejor estrategia para que nuestros pequeños aprendan mucho y bien, y lo hagan con alegría. 

-Felicitar a nuestros hijos por sus buenas notas es algo importante; pero no sobornarles con regalos, también. Debemos guardar un equilibrio entre nuestra demostración de alegría y hacerles ver que esperamos de ellos que aprendan y aprovechen su tiempo. Y, ante alguna mala nota, nada de broncas agrias; animarles con paciencia, consultar con los profesores, buscar estímulos, y no hacerles sentirse fracasados jamás.

Patro Gabaldón

martes, 20 de marzo de 2012

¿Cuándo el miedo de los niños puede ser bueno?

Seguramente conocéis aquello de que “el miedo protege la viña”. El miedo no debe ser un impedimento para lanzarnos  a hacer cosas, pero es una excelente arma para proteger nuestra vida y nuestra estabilidad. Haciendo caso a nuestro primer y más arraigado instinto, el de conservación de nosotros mismos y de nuestra especie, el miedo, en las dosis recomendadas, debe considerarse bueno.

El miedo es también parte del aprendizaje de nuestros hijos, les enseña a evitar peligros: no cruzar la calle, no acercarse a un perro desconocido o incluso, cuando son más mayores, a alejarse de las drogas y la delincuencia. Los bebés no tienen miedo, salvo a los sobresaltos, en principio no será consciente de los peligros de subirse el coche, de sumergirse en el agua o de encontrarse cerca de un abismo. Es cuando empieza a experimentar dolor y a imaginar, que empieza a fabricar miedos y a intentar evitarlos.

El problema de esta fábrica de miedos es que haya una producción más elevada de lo normal, a causa de que los propios padres u otra personas los generen, incrementen o inculquen, bien al  ofrecerles un entorno sobreprotector o por atemorizarles o amenazarles con cosas que quedarán al servicio de su imaginación.

Aunque el miedo no es exclusivo de la infancia y nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, el niño necesita sentirse protegido en todo momento y necesita confiar tanto en nosotros como en ellos mismos para afrontar los temores propios de esta edad. 

El temor desproporcionado es altamente negativo para los niños, paraliza sus acciones y les priva de la experimentación de sus capacidades y la superación de dificultades. Debemos ayudarles a desterrar poco a poco de su mente pensamientos o imaginaciones de su mente inteligente, y a no atemorizarles irreflexivamente, si no argumentarle al niño el por qué de la necesidad de que sea prudente y evite peligros y riesgos.

Debemos potenciar en nuestros hijos actitudes valientes, pero con paciencia y sin ridiculizarles por sentir miedo, aunque nos parezcan temores infundamos y tontos. Mostrar valentía no consistiría en no tener miedo, sino en controlarlos y superarlos, especialmente cuando se trata de sentimientos que nos impiden avanzar, que nos hace sentir inseguros en todo momento y que corta nuestras alas antes de que puedan echar a volar. Los padres deberíamos enseñar a nuestros hijos la diferencia entre el miedo bueno que nos ayuda a no caer en errores o consecuencias irreversibles y los miedos malos que nos paralizan que limitan nuestras capacidades y nuestra voluntad.

Patro Gabaldón

jueves, 15 de marzo de 2012

Queridos papás

Hay papás jóvenes, en plenas facultades  y papás con las fuerzas más mermadas o quizás algo arrugaditos; papás que caminan junto a sus hijos y  otros que los han dejado ya volar..., y aquellos a los que querer y recordar para siempre y que viven en el corazón y memoria de sus hijos.

Aún con la cantidad de tiempo que ha pasado desde que perdí a mi padre, recuerdo muchísimas de sus enseñanzas, de sus mimos (quizás por ser la más  pequeña), de su estímulo para hacer las cosas mejor y, por qué  no decirlo, de esa cara de severidad que hacía bajar la cabeza ante una mala acción, sin necesidad de articular una sola palabra…

Que soy hija de mi padre y a mucha honra, es evidente… cuando miro mis manos en el espejo  y mis dedos me recuerdan a los suyos, cuando le recuerdo con admiración y amor, incluso cuando sinceramente creo que mi marido se le parece en su forma de ser y en su inteligencia (¿será verdad eso que dicen que las chicas en la adolescencia se fijan en modelos de hombre parecidos a los de su padre?)

El primer significado de padre es el de un hombre que ha tenido hijos, pero  ser padre  es mucho más que  eso, si no, que se lo pregunten a sus hijos. De la misma manera, también las madres sabemos darnos cuenta de la importancia de la figura del el padre de nuestros hijos en nuestras vidas y en las de ellos: el disfrute de nuestra  maternidad, así como el equilibrio y salud física y emocional de los hijos son mucho más fáciles de conseguir  con  la presencia responsable y amorosa de un padre en nuestras vidas. No es algo que yo me invente, se sabe bien que en las  familias monoparentales se dan muchas más dificultades en todos los terrenos (no sólo en el económico) que en aquellas familias en que existe un padre, y el cuidado y responsabilidad de los hijos recae en ambos progenitores.

Perdí prematuramente a mi padre, pero ahora tengo la suerte de tener a mi lado al padre de mis hijos y os puedo decir que me siento feliz de que mis hijos tengan este magnífico papá. Quizás los papás actuales no impongan tanto respeto como los de antes a sus hijos, pero  creo que han ganado en cercanía y cariño a sus antecesores. La madre ya no es en solitario la dispensadora de ternura, emociones y besos; de la misma manera que el padre ya no es el representante único de la autoridad y el saber. Nuestros papeles parecen que se han acercado, pero en absoluto creo que sean iguales y redundantes.

 La figura del padre es necesaria para el desarrollo psicológico  y equilibrado de los hijos; he leído que, especialmente  en la adolescencia, el padre tiene un papel muy relevante; pero añadiría que no  menos importante en la primera infancia. Nuestros hijos ven a sus papás como verdaderos héroes, los admiran, los aman, quieren ser como ellos… son un espejo en el que mirarse, un modelo a imitar, un brazo aguerrido al que afianzarse y  un compañero de juegos enérgico e incansable.

Vosotros, padres, sois PAPÁS con mayúsculas porque os derretís con vuestros hijos; se os ve en cómo los miráis, en cómo sois los más rápidos en saciar sus ganas de aprender, en cómo les enseñáis a tener iniciativa, en cómo confiáis en sus propias habilidades y decisiones…  Así que hoy, queridos papás, sabed que sois estupendos, ¡felicidades en vuestro día!  Recibid un merecidísimo beso de esos pequeños corazones sinceros y amorosos de vuestros hijos y la gratitud de vuestras compañeras de viaje.

Patro Gabaldón

lunes, 12 de marzo de 2012

¿Por qué a los niños les encanta el dulce?

Mis pequeños saben ingeniárselas para acceder sin dificultad al mueble donde guardo los chocolates, galletas y demás cosas dulces. Aún a sabiendas de que no deben comer entre horas, una vez pillé a mi hijo pequeño, bajo de la mesa de la cocina, con la boca llena de chocolate y la tableta entera entre sus manos como prueba del delito.

Chocolates, chucherías, nata, dulces, miel, alimentos y bebidas azucarados… hacen las delicias de la mayoría de los niños pequeños, algunos incluso pueden preocuparnos porque más bien parecen adictos a estos alimentos.

Al nacer el bebé prefiere soluciones azucaradas al agua y rechaza sustancias ácidas, saladas o amargas. Mi pequeño siempre se enfada y pierde el sentido cuando ve a sus amigos con galletas de chocolate de merienda y él no. Mira enojado su saludable bocadillo de jamón y queso, que ni por asomo le resulta tan apetecible. Tal es la afición de mi hijo por lo dulce  y estaba tan desconcertada, que consulté con su pediatra no fuera que tuviera los niveles de azúcar en sangre alterados. Todas las comidas necesitan para él el broche maravilloso de un trozo de chocolate, bizcocho o fruslería dulce. Si para una comida normal tarda 20 minutos, para su delicatesen favorita emplea tan solo un escaso minutillo.

La mayoría de nosotros  ya sabemos de las contraindicaciones o de los efectos adversos de la ingesta continua de dulces: obesidad, caries, colesterol, nutrición deficiente, diabetes, incluso su asociación a la proliferación del células cancerígenas; pero ahora los que tenemos hijos golosos podemos respirar algo más tranquilos, ya que he leído sobre un estudio llevado a cabo en Estados Unidos, por científicos de la universidad de Washington y el Centro Monell en Pensilvania, que encontró una relación entre el crecimiento y la necesidad de comer productos azucarados.

Este estudio demostró que los niños que prefieren las bebidas más dulces son los que se están desarrollando más rápido (curiosamente, mi pequeño es el más alto de mis hijos, a su misma edad). Es lógico pensar que a mayor crecimiento, existe una mayor necesidad calórica y supongo que el azúcar es el que más rápidamente calma sus demandas.

Estos investigadores detectaron a través de la orina de los niños un compuesto químico asociado con el crecimiento de los huesos en niños y adolescentes, lo que demostraría el vínculo entre el azúcar y la necesidad biológica del niño. Dicho esto, parece que los niños están programados para tener preferencia por los gustos dulces, así que podemos hacer alguna concesión de vez en cuando.

Patro Gabaldón

jueves, 8 de marzo de 2012

Las excusas de los niños

No sé si es por desfachatez o inocencia, que los niños siempre buscan una excusa para justificarse o para no tener que expiar sus culpas. Siempre que llamo la atención a mi pequeña de ocho años, ella como si de un muelle en su lengua se tratara, comienza la respuesta con un automático “es que”. Todo tiene una explicación autoexculpatoria para ella, incluso la fechoría más evidente.

Sin duda, nuestros hijos, tienen un despliegue impresionante de excusas de todo tipo y color. Desde pequeños, no dudan en mentirnos o en ocultarnos la participación en los hechos de los que se le acusan. La profesora de la guardería me comentó como uno de los niños de la clase de dos añitos  pisó a propósito  un líquido derramado accidentalmente en el suelo, manchando incluso las paredes. Ella sabía muy bien quién había sido el autor, pero decidió preguntar al conjunto de los pequeños. Todos lo negaron y cuando la profesora directamente acusó al culpable, éste le respondió convencido: “Yo no he sido, ha sido mi pie”. Genial, ¿verdad?

“Es que la profesora me tiene manía”, “es que Juanito me ha insultado primero”, “es que no quería hacerlo”, “es que me duele la tripa”…  Innumerables “esques” que resuenan a diario en los oídos de muchos papás…, unos pueden pasar, pero otros claman al cielo ¿Acaso no habrá niño que no sepa reconocer su culpa?

Algunos niños parece que han hecho un máster en embustes y han desarrollado una gran habilidad para dar elaboradas explicaciones con el fin de evitar un castigo o regañina; algunas de estas excusas rayan la perfección y su creatividad es deslumbrante, aunque seguramente nos parezcan sospechosas, especialmente cuando nuestro pequeño es reincidente.

Estas justificaciones no dejan de ser una mentira para salir airosos del trance, y pese a ser una y otra vez pillados, prefieren seguir poniendo objeciones que decirnos un simple: “se me ha olvidado, perdón”. Es bueno hacerles entender que muchas veces es peor la mentira que emplean para excusarse, que una sincera respuesta, que podemos entender.

Patro Gabaldón

miércoles, 7 de marzo de 2012

Aprender a caminar: un gran logro para los bebés

¿En qué momento se despierta en nuestro bebé el deseo de ponerse en pie e intentar caminar, aunque sea agarrándose a los muebles? Patalear, balancearse, rectar o gatear son unos “pasos previos” importantísimos para que nuestro bebé comience a caminar; son el entrenamiento previo que le proporciona potencia muscular, precisión en los movimientos, coordinación y equilibrio.

¡Empezar a caminar resulta una auténtica proeza! Pese a las innumerables caídas y golpes que se dan durante el aprendizaje, los bebés, valientemente, no dejan de intentar ponerse en pie y ejercitar lo aprendido. La carita que acompaña los primeros pasos es pura adrenalina:  la imprecisión de sus pasos, las piernitas arqueadas, los tambaleos, la concentración, las manitas apretadas, los cortos pasitos de muñeca, los acelerones bruscos y las culetadas son imágenes maravillosos de contemplar para los padres, y suponen un gran logro para los bebés.

Aunque a partir del año, la mayoría de los bebés empiezan a dar sus primeros pasitos, agarrándose de la mano de sus papás o asiéndose a los objetos a su alcance; algunos experimentados se atreven ya a caminar pequeñas distancias. Otros, más perezosos o inseguros, todavía no parece que tengan intención de empezar. Estos últimos, en principio, no precisan de nuestra atención, si observamos que están en el camino y experimentan interés por gatear y desplazarse de alguna manera; sólo necesitarán algo más de tiempo, ya que no todos los bebés tienen la misma tonicidad muscular, ni el mismo peso, ni la misma inquietud.

El proceso de caminar puede durar todo un año, en el segundo año de vida el bebé habrá alcanzado un nivel bastante aceptable en el desplazamiento erguido, además de haber aprendido o perfeccionado la mejor manera de caer o levantarse, es muy raro que un niño se haga daño cuando cae al caminar a no ser que se golpee con algún objeto. Durante este segundo año empiezan a familiarizarse con su nueva manera de desplazarse y con sus pérdidas de equilibrio, perfeccionan el proceso cambiando el sentido de la marcha, frenando o trasportando objetos en las manos. Los bebés, a los dieciocho meses, ya empiezan a dominar la técnica y desarrollan otras capacidades motrices como dar patadas a la pelota, arrastrar o empujar un juguete, bailar, agacharse, intentar saltar o caminar de puntillas. Nuestro bebé está preparado para ver mundo y desarrollar otras muchas habilidades en el futuro.

Patro Gabaldón

lunes, 5 de marzo de 2012

¿Qué hacer cuando nuestro hijo dice palabrotas?

El lenguaje tiene un gran poder expresivo y, sin duda, el niño  a través de las palabras expresará sus conductas desafiantes o provocadoras. Al comienzo de la edad escolar es cuando nuestros pequeños empiezan  a pronunciar sus primeras increpaciones, descalificaciones o palabrotas. Muchos de ellos ni siquiera conocen el significado de estas palabrotas, pero saben que su empleo llama la atención de los oyentes, provocándole diferentes reacciones.

Las respuestas que provocan en el oyente: enfado, risas, temor, vergüenza, etc. es parte del atractivo para que el niño comience a hacer sus pinitos en este campo. Estas nuevas palabras les pueden hacer sentir superior y mayor, ya que casi nunca pasan inadvertidas para nadie.

El que los niños hablen de la caca, los pedos, los mocos verdes y cosas por el estilo ofrecen al niño una vía de escape a las risas, una trasgresión a las normas sumamente divertida y, por ello, son muy habituales. De la misma manera, aunque mucho más perseguidas por los padres y educadores, los niños comienzan a emplear tacos para conseguir reacciones en los demás.

¿Cómo debemos reaccionar nosotros para que el taco no se afiance en el lenguaje habitual de nuestro hijo? Hay algunas palabras que podemos ignorar, no darles importancia, pero si se trata de palabras demasiado agresivas o  que puedan impedir una relación social normal con otros niños, hay que poner límites firmes, ya que suelen ir acompañadas de conductas agresivas, de mal humor y otros problemas de conducta.

-         Lo primero sería conocer los motivos y los fines que mueven a nuestro hijo a decir palabrotas: por imitación de niños más mayores o adultos, por manifestar su impotencia o enfado, por tantear el terreno o por llamar la atención.

-         Ofrecer un buen modelo de lenguaje, evitar palabrotas, descalificativos y enfrentamientos verbales delante de los niños.

-         Explicarles con naturalidad por qué no han de usar esas palabras, sin escandalizarnos, enfadarnos  o reírnos.

-         En ningún caso debemos permitir insultos fuertes a nadie, ya que supone una falta de respeto y más que arreglar las diferencias, las agrava y acarrean problemas sociales.

-         Corregirles ofreciéndoles alternativas: frases como “estoy enfadado” o “esto es una birria”… es una mejor que otras alternativas peor sonantes o vulgares. Sustituir otras palabras también expresivas para sustituir el impulso de decir una: ¡vaya! ¡jope! O jugar a “el mundo al revés”: expresar todo lo contrario de lo que expresan con los tacos.

-         Si son algo más mayores, podemos invitarles a buscar en el diccionario la expresión que utilizan para que puedan entender su significado. Todavía recuerdo que cuando era pequeña me dio por decir una rima que me parecía divertida: “vieja pelleja”, sin saber lo que significaba. Cuando mi madre me invitó a buscar la palabra en el diccionario me di cuenta de lo inapropiada que era mi expresión. Yo misma procuré evitarla en adelante.

Patro Gabaldón


jueves, 1 de marzo de 2012

Papás embarazados

El hombre, al igual que la mujer, empieza a formarse como padre antes de poder ver la carita de su hijo. Si bien es cierto que el hombre no está provisto de útero ni otros requisitos anatómicos para albergar la vida de un bebé, es coopartícipe en el hecho de engendrar una vida y por tanto, el proceso del embarazo también es importante para él. 

Cada vez son más los papás que se involucran en todo lo concerniente a sus hijos, ya desde que están en el vientre. Los hombres actualmente participan plenamente de la vivencia gozosa del embarazo de su mujer y reconocen su responsabilidad en la construcción de una familia. Asimismo, son de un gran apoyo en el parto, posparto, lactancia y, son mucho más activos que antes en el cuidado de sus hijos. 

Los papás no quieren perderse estos momentos porque saben que esta etapa inicial de su paternidad le aportará grandes experiencias. Así que no nos extraña en absoluto que los hombres ahora participen activamente en el embarazo de su esposa;  pero lo que, sin duda, sí nos sorprende es que algunos padres puedan experimentar físicamente síntomas y  efectos de un embarazo, mostrando una empatía con las futuras mamás fuera de lo normal. 

Yo no pude creer hasta que lo vi, que el vecino de mi hermano tuviera manchas en la cara durante el embarazo de su esposa. Al igual que ella, mostraba en su piel el cloasma gravídico típico de las embarazadas. Pues bien, parece que el embarazo psicológico de los futuros papás es más habitual de lo que puede parecer. No sólo pueden implicarse desde un principio o pueden sufrir las ansiedades, temores  y emociones propios de las madres, sino que también algunos pueden experimentar en su propio cuerpo los cambios y molestias físicas de un embarazo. Dolores de espalda, mareos, calambres, mayor apetito, etc. aparecen mientras su mujer también los sufre y desaparecen tras el parto. La cuestión más sorprendente es que estos efectos puedan deberse no sólo a aspectos psicológicos, sino a cambios hormonales  iguales o parecidos a los que tienen sus mujeres.

El doctor Arthur Brennan de la universidad de Kingson piensa que los hombres pueden sentirse embarazados, debido también a las hormonas, especialmente al aumento de la producción de prolactina, asociada a la lactancia. Después de esto, ¿qué queréis que os diga?, parece que la naturaleza también prepara a los hombres para la paternidad ¿o debería decir maternidad? En fin, ¡qué lío!

Patro Gabaldón