lunes, 23 de abril de 2012

La piel del bebé: sus lunares

Seguramente habéis escuchado alguna vez la expresión: “tiene la piel tan bonita como la de un bebé”. Efectivamente, la piel de bebé tiene una belleza y una lozanía incomparables, pero a la vez es delicada y necesita de cuidados ante las posibles agresiones del tiempo. Es necesario, por tanto, estar atentos a cualquier anomalía o problema cutáneo: marcas, eczemas, descamaciones, decoloraciones  o lunares sospechosos. 

Los lunares sobre la piel del bebé son, en la mayoría de los casos, un rasgo distintivo que sin duda, cuando están estratégicamente colocados, son bonitos (seguro que recordáis algún lunar de un personaje famoso que le dan ese toque especial de belleza o diferenciación). No obstante, el cuidado y protección de la piel del bebé ante las inclemencias climáticas y, sobre todo ante los peligros del sol, son fundamental para mantener tan precioso como saludable este órgano de tanta importancia.  Debemos proteger a nuestros hijos, especialmente en nuestros paseos y desplazamientos de los rayos del sol, y ponerles en toda época del año protección solar, y no olvidar un pequeño sombrero o sombrilla con el que proteger su cabeza.

Durante la infancia van a pareciendo los primeros lunares en la piel de nuestro hijo. Su predisposición genética, el color de su piel y pelo (es decir, la cantidad de melanina que tengan), el cuidado y protección de su piel ante los rayos solares, son consideraciones importantes para evitar melanomas o cáncer de piel en el futuro. Mi cuñado tiene muchísimos lunares en la espalda, su piel es muy blanca, y la causa de ellos, es una quemadura provocada por el sol en la pubertad, su piel respondió a tal agresión primero con ampollas y luego con la pigmentación  de su espalda en forma de pecas o lunares. Durante la infancia estas lesiones tienen un papel muy relevante en el desarrollo posterior del melanoma cutáneo.

No es frecuente que los niños nazcan con lunares, normalmente estas pequeñas pigmentaciones de la piel del bebé no aparecerán antes del primer año de vida e irán incrementándose a lo largo de la infancia y la adolescencia, hasta tener entre 10 y 40. Normalmente, los lunares no representan ningún riesgo cuando forman parte de la distribución normal de melanina en el cuerpo, tienen una forma regular. Algunos parecen que tienen pequeños granitos de color café y otros son marcas planas y marrones.

Hay que evitar la aparición de lunares producidos por los excesos de sol, después de alguna quemadura solar, ya que son considerados premalignos y debemos explorar la delicada piel  de nuestro hijo por si algún lunar presenta un aspecto o comportamiento sospechosos: asimetría, irregularidad en los bordes, cambios de color o mayor extensión.

También los lunares congénitos (el niño nace con ellos) y aquellos que sean atípicos, hay que observarlos con más detenimiento ya que éstos pueden convertirse en cancerosos más fácilmente que los típicos lunares adquiridos con la edad. Podemos explorar a nuestro pequeño a la hora del baño o cuando le vistamos. Para ello nos será útil disponer de una buena iluminación, examinarlos y palparlos con la yema de los dedos y observar no sólo los del cuerpo, sino también los que están ocultos bajo el cabello, en el cuero cabelludo. Consultemos al pediatra cualquier duda  que tengamos.

Patro Gabaldón



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