jueves, 26 de abril de 2012

El desarrollo del bebé en el útero

El desarrollo de nuestro bebé siempre es motivo de interés para los padres. En los primeros meses de vida, los bebés parecen evolucionar a una velocidad e intensidad vertiginosas; sus avances físicos y psicológicos son asombrosos.

Ahora bien, el desarrollo de nuestro bebé en el útero  es, si cabe, lo más impresionante nunca visto. Ahora la ciencia nos muestra una maravillosa ventana al increíble y espectacular periodo de gestación de un nuevo ser humano. Mamás, sois únicas, mirad lo que se cuece en vuestro interior y disfrutadlo….

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lunes, 23 de abril de 2012

La piel del bebé: sus lunares

Seguramente habéis escuchado alguna vez la expresión: “tiene la piel tan bonita como la de un bebé”. Efectivamente, la piel de bebé tiene una belleza y una lozanía incomparables, pero a la vez es delicada y necesita de cuidados ante las posibles agresiones del tiempo. Es necesario, por tanto, estar atentos a cualquier anomalía o problema cutáneo: marcas, eczemas, descamaciones, decoloraciones  o lunares sospechosos. 

Los lunares sobre la piel del bebé son, en la mayoría de los casos, un rasgo distintivo que sin duda, cuando están estratégicamente colocados, son bonitos (seguro que recordáis algún lunar de un personaje famoso que le dan ese toque especial de belleza o diferenciación). No obstante, el cuidado y protección de la piel del bebé ante las inclemencias climáticas y, sobre todo ante los peligros del sol, son fundamental para mantener tan precioso como saludable este órgano de tanta importancia.  Debemos proteger a nuestros hijos, especialmente en nuestros paseos y desplazamientos de los rayos del sol, y ponerles en toda época del año protección solar, y no olvidar un pequeño sombrero o sombrilla con el que proteger su cabeza.

Durante la infancia van a pareciendo los primeros lunares en la piel de nuestro hijo. Su predisposición genética, el color de su piel y pelo (es decir, la cantidad de melanina que tengan), el cuidado y protección de su piel ante los rayos solares, son consideraciones importantes para evitar melanomas o cáncer de piel en el futuro. Mi cuñado tiene muchísimos lunares en la espalda, su piel es muy blanca, y la causa de ellos, es una quemadura provocada por el sol en la pubertad, su piel respondió a tal agresión primero con ampollas y luego con la pigmentación  de su espalda en forma de pecas o lunares. Durante la infancia estas lesiones tienen un papel muy relevante en el desarrollo posterior del melanoma cutáneo.

No es frecuente que los niños nazcan con lunares, normalmente estas pequeñas pigmentaciones de la piel del bebé no aparecerán antes del primer año de vida e irán incrementándose a lo largo de la infancia y la adolescencia, hasta tener entre 10 y 40. Normalmente, los lunares no representan ningún riesgo cuando forman parte de la distribución normal de melanina en el cuerpo, tienen una forma regular. Algunos parecen que tienen pequeños granitos de color café y otros son marcas planas y marrones.

Hay que evitar la aparición de lunares producidos por los excesos de sol, después de alguna quemadura solar, ya que son considerados premalignos y debemos explorar la delicada piel  de nuestro hijo por si algún lunar presenta un aspecto o comportamiento sospechosos: asimetría, irregularidad en los bordes, cambios de color o mayor extensión.

También los lunares congénitos (el niño nace con ellos) y aquellos que sean atípicos, hay que observarlos con más detenimiento ya que éstos pueden convertirse en cancerosos más fácilmente que los típicos lunares adquiridos con la edad. Podemos explorar a nuestro pequeño a la hora del baño o cuando le vistamos. Para ello nos será útil disponer de una buena iluminación, examinarlos y palparlos con la yema de los dedos y observar no sólo los del cuerpo, sino también los que están ocultos bajo el cabello, en el cuero cabelludo. Consultemos al pediatra cualquier duda  que tengamos.

Patro Gabaldón



jueves, 19 de abril de 2012

¿Dónde juegan nuestros hijos?

Recuerdo que cuando era pequeña, la única preocupación que podíamos tener mis hermanos y yo cuando jugábamos en la calle era la de cruzarla sin mirar previamente o la de que no te quitaran el balón mientras íbamos al kiosco de las golosinas. Por entonces, la mayoría de los niños jugábamos en la calle sin problemas, de hecho conocíamos a la totalidad de la población infantil de barrio cuando acudíamos en masa a un pequeño parterre de no más de 40 metros cuadrados, con dos bancos y una fuente, eso sí.

Los juegos eran innumerables, aunque curiosamente muy pocos eran los que se atrevían a poner a la disposición del resto del chiquillerío sus preciados juguetes. Jugábamos a las canicas, a las chapas, al escondite inglés, a la rayuela, a la goma elástica, a la comba, a la pelota…Y si teníamos la posibilidad de disponer de un sitio más amplio nos organizábamos para jugar al rescate, a polis y ladrones o al balón prisionero. Algún balonazo en la cabeza o empujón teníamos asegurado, pero fuera de este riesgo, no parecía existir ningún otro. 

Jugar en la calle actualmente parece un lujo en vías de extinción y digo un lujo porque yo recuerdo lo maravilloso que era hacer amigos y tener la posibilidad de jugar con muchos niños a la vez. Aunque, a veces, no peleábamos, nos protegíamos unos a otros, y si uno acaba herido, el más cercano no dudaba en avisar a su madre, mientras otros les asistían. 

La calle ahora parece haberse convertido en un sitio indeseable e inseguro, ya no hay niños que se bajen con el bocadillo a merendar a la espera de encontrarse con algún compañero de juegos improvisado. Si acaso, permitimos ir a nuestro hijo al parque más cercano y bajo nuestra constante supervisión. La calle ahora parece que se ha convertido en un espacio extremadamente peligroso y conflictivo para nuestros hijos y desierto de niños, por lo que los padres actuales, recluimos a nuestros hijos en casa, cuando no disponemos de tiempo para acompañarles.

La profesora de la guardería de mi pequeño, me dijo que en durante el recreo al aire libre, se había dado cuenta de que algunos niños no sabían jugar con el cubo y la pala. No puedo evitar tristeza en pensar lo que nuestros hijos se están perdiendo y el perjuicio que la vida más sedentaria tiene en sus organismos y el individualismo de muchos de sus juegos.

Patro Gabaldón

lunes, 16 de abril de 2012

Niño, hay que ser bueno

¿Cuántas veces hemos dicho esto a nuestro hijo? No hagas esto, no hagas lo otro, tienes que portarte bien y ser bueno. La bondad desde luego es una de las mejores cualidades que una persona puede tener, pero ¿qué significa para un niño ser bueno? La bondad es un concepto abstracto y, por tanto, difícil de definir y explicar a nuestros hijos; por eso debemos potenciar su bondad, concretando acciones o ejemplos que debe ejercitar para conseguir ser bondadoso.

A veces, los actos son buenos o malos dependiendo de las circunstancias. Ayer noche, mi hija estaba leyendo en su habitación muy afanada, la llamé unas tres veces a cenar, sin obtener respuesta de ella. Cuando, por fin, vino a cenar, la regañé por no venir y ella me respondió: “Mamá, no estaba haciendo nada malo, todo lo contrario estaba leyendo, que es muy bueno”. Desde luego que leer es bueno, pero a veces algo bueno se puede convertir en no tan bueno o malo cuando impide hacer lo que debes hacer, ya que si sólo leyeras y no comieras nunca, acabarías muriéndote o, como D. Quijote, perdiendo el juicio.

No debemos pedir a los niños la bondad en general: “niño, sé bueno”, sino los conductas y comportamientos bondadosos. Muchos valores, no sabríamos explicárselos a los hijos ni con mil palabras, por eso nuestro ejemplo les ayudará a aprender y hacer suyos los valores que les intentamos inculcar. A construir la paz, a perdonar, a comprender, a respetar, a querer, a consolar, a ser amables, se aprende fundamentalmente en casa, así lo aprenderán de una manera espontánea. Tras una “buena acción”, acciones tan sencillas como llevar a baño su hermano pequeño para que haga pis, a consolar al amigo que se ha hecho daño en una caída, siempre debe ir seguida de una felicitación o palabra amable.

¡Cuántas veces he pedido a mi pequeño de cuatro años que me alcanzara algún objeto y su respuesta ha sido: “es que ahora no puedo”! Todos tenemos ese pequeño ángel y ese pequeño demonio que nos dictan cómo actuar, por eso es importante felicitar a los niños cuando no siempre elijen el camino más cómodo mediante una negativa, y ayudan al prójimo. Hay que incitarles a hacer buenas acciones. Ponerse en el lugar del otro y poner en práctica la frase “no quieras para otro, lo que no quieras para ti “. Incitémosles a dar un beso al abuelito que está enfermo, a ayudarnos con algo, a cuidar y proteger a los hermanos, a regalar juguetes a niños pobres, a prestar pertenencias y ser generosos con los demás, a consolar al que llora, a acompañar al que está solo...

Patro Gabaldón

lunes, 9 de abril de 2012

Retroceso en el aprendizaje de los bebés

¡Dos pasitos adelante, un pasito para atrás…! No se trata de la letra o las instrucciones de un baile de moda, se trata de una reflexión sobre cómo aprenden los niños. Cuando parece que nuestro pequeño ha superado satisfactoriamente una fase, muchas veces, sufre retrocesos y vuelven por un tiempo a comportamientos de unas semanas o meses atrás. ¿Por qué ocurre esto?

Es muy frecuente que nuestro hijo después de un aprendizaje exitoso en el control de esfínteres, en la alimentación con cuchara o en el sueño continuado de la noche, etc. ,  comienzan de nuevo a hacerse pipí encima, o preferir el biberón o a despertarse por las noches. Esto ocurre cuando ya creíamos que era cosa hecha y superada.

En ocasiones, existe un claro desencadenante psicológico que lleva a la involución del niño, como el nacimiento de un nuevo hermanito, cambios circunstanciales en sus rutinas como cambio de casa, de colegio, de tensión por una separación de los padres o enfermedad o muerte de algún familiar; pero otras veces, no sabemos bien el porqué de estos pasos hacia atrás, ya que no tienen una explicación aparente.

Recuerdo cuando mi pequeño de dos años y medio empezó de nuevo a hacerse pipí (sólo durante dos días), pensé que quizás había cogido frío, pero la profe de la guardería me dijo que a veces los niños cuando han entrado en la rutina de lo aprendido y ya no se les felicita, ni se les da más importancia, se cansan y retroceden en sus logros; aunque suelen tardar poco en recuperar lo perdido.

Y pensando sobre esto, pensé que quizás nuestros niños sean como aquellos atletas de salto de altura o de longitud que necesitan retroceder unos pasos para coger carrerilla y saltar más alto y más lejos. Así, normalmente ocurre que los niños después de estas cortas etapas de retroceso, se afianzan más en su aprendizaje porque lo incorporan definitivamente a sus rutinas y comportamientos. Unos pasos atrás a veces son fundamentales para poder seguir adelante.

Patro Gabaldón.