Me dan ganas de apuntar para la posteridad unas cuantas palabras que aunque dichas en español bien podrían corresponder a cualquier otra lengua del mundo. ¡Qué bonitos e indescifrables son los términos que usan nuestros pequeños cuando se lanzan a hablar, esa linda y graciosa lengua de trapo, que nos hace pasar unos divertidos momentos o que nos resulta del todo ininteligible.
Piíposa, totolilo, suto, abela, echute, lete, panque, teomí, tolili ¿Qué no lo entendéis? ¡Pues para nuestros pequeños esté bien claro, hombre!: mariposa, cocodrilo, susto, abuela, estuche, leche, parque, quiero dormir, tía Loli. Quizás mamá ya puede reconocerlas, pero el resto de los mortales necesitarán algo más de tiempo de entrenamiento.
Con dos añitos y pico mi pequeño dominaba la “t”, sin duda era su fonema favorito. Pero esta predilección suya hacía que una palabrita suya pudieran ser cientos de las nuestras. Si a esto le sumamos que con frecuencia se animaba a pronunciar una larga parrafada sin artículos y con todo tipo de desafíos sintácticos, imaginaos lo complicado de descifrar el galimatías.
A partir de los 18 meses de edad, más o menos, nuestro bebé empezará a lanzarse lingüísticamente, empezará a comunicarse con nosotros, a través de un pequeño repertorio de palabritas y frases que irá ampliando y perfeccionando gradualmente.
He leído que a partir de los 3 años el vocabulario de nuestro hijo podrá alcanzar las 1000 palabras (aunque parece que algunos a los catorce se olvidan de ellas). Asimismo podrá entender, expresarse y comunicarse con total normalidad mediante el habla, hasta tener un lenguaje perfectamente estructurado, aunque no del todo correcto. Este lenguaje inicial “tipo indio” y de dudosa significación irá dando paso progresivamente a frases sencillas, en las que irán insertando un verbo, aunque todavía seguirán presentando alguna limitación en la utilización de artículos o preposiciones.
A lo largo del tercer año, a podremos tener una conversación fluida con nuestro pequeño, su manera de hablar mejorará considerablemente con la puesta en práctica, especialmente si disponéis a erradicar malas pronunciaciones (ya que la finalidad última es que todos sean capaces de entender al niño), y buscáis ocasiones para estimular la comunicación verbal entre vosotros.
Para conseguir que el habla de vuestro hijo no necesite de la ayuda de un intérprete, podemos seguir algunos consejos:
- No imitar su forma de hablar por gracioso que pueda parecernos
- No avergonzarle, si habla mal. Puede que por este motivo pueda sentirse inseguro u ofendido y opte por callarse
- Cuando pronuncie mal una palabra, debemos repetir a continuación la palabra bien pronunciada, de forma clara para que él mismo pueda corregirse, hacerlo tantas veces como haga falta y con total naturalidad.
- Ampliar sus telegráficas frases para que sean más elaboradas y hacer nuevas preguntas o comentarios sobre el tema en cuestión. Por ejemplo, si nos dice: “tero agua”, podemos decirle “¿quieres beber agua? Eso es porque has sudado mucho y tienes mucha sed”.
- Buscad cualquier escusa para hablar con ellos, especialmente sobre aquello por lo que muestren más interés: juegos, cuentos, salidas, etc.
- Ayudarles a corregir progresivamente los fonemas que más les cuesten, repitiéndolos o ejercitándolos pausadamente, con la posibilidad de que nos miren a la cara al pronunciarlos. Algunos fonemas del español son difíciles, especialmente en esta tierna edad: rr, ñ, ll, z, s. y el niño tenderá a cambiarlos por otros parecidos que ya conoce.
¡Dentro de poco nos entenderemos a la perfección!
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