miércoles, 29 de febrero de 2012

Consejos para el cuidado de la piel del bebé lactante

La piel del bebé lactante es especialmente delicada, ya que puede mostrar especial sensibilidad ante detergentes, perfumes, alimentos, tejidos, suciedad o exposición al sol. El cuidado e higiene de la piel del bebé debe comenzar desde el primer momento, con una correcta higiene e hidratación.

El recién nacido nace con una capa autoprotectora, que no debe quitarse; por eso en un principio se procede a un secado, respetando la grasilla con la que nacen. Hasta que no se le caiga el ombliguito, es mejor que nos limitemos a limpiarles sobre una superficie blandita con un paño de algodón humedecido o una esponja natural (sin inmersión).

Para el primer baño, debemos asegurarnos de que el agua no esté muy caliente. Los primeros baños del recién nacido deben ser rápidos; cuando sean algo más mayores y puedan jugar con el agua, podremos dilatar un poco más la duración del baño. Lo mejor es que un principio empleemos nuestra mano para enjabonarles y aclararles; nuestros dedos son el mejor instrumento para limpiar los pliegues del cuello o genitales. Finalmente nos aseguremos de un correcto secado sin frotar y una correcta hidratación mediante aceite o loción (es un buen momento para masajear y acariciar al bebé).

Los jabones, tanto para el baño como para lavar su ropita, han de ser libres de detergentes o con ph neutro, preferiblemente sin perfumes; también nos aseguraremos de un buen aclarado posterior. Los jabones de glicerina son los más indicados para los bebés.

Asimismo debemos evitar ponerles ropa nueva, sin haberla lavado previamente y procurar que los tejidos que entren en contacto con la piel sean siempre naturales (procurad evitar el contacto directo de la piel con lanas o fibras sintéticas). Tanto las toallas que empleemos como la ropa de cama, arrullos y ropa interior es necesario que sean de algodón y que estén bien limpias, aclaradas y, preferiblemente, planchadas.

También debemos evitar que el bebé tenga un contacto directo con la luz solar. Todos los dermatólogos coinciden en que los bebés menores de seis meses no deben tomar el sol ni siquiera con protección, por lo cual  en los paseos diarios evitaremos las horas de sol más intenso y nos proveeremos de sombrillas para el carrito. En nuestras paradas, debemos buscar, preferiblemente, la sombra, ya que la exposición directa al sol puede provocarles lesiones o quemaduras en la piel.

Aún con todos estos cuidados puede que el bebé presente ciertas marcas de nacimiento en la piel, granillos o enrojecimientos que suelen ser benignos, como las famosas engordaderas, pero debemos consultar con su pediatra si persisten. Debemos acudir al médico ante la presencia de dermatitis, eccemas, salpullidos o síntomas sospechosos.

Patro Gabaldón

lunes, 27 de febrero de 2012

Una mamá con mucho morro

Voy  a reproducir textualmente una conversación escuchada esta misma mañana en la pescadería de una gran superficie. Eso es lo que tiene ser madre en paro: a primera hora de la mañana puedes hacer las compras del mejor pescado fresco y puedes poner la antena, sin interferencias, en conversaciones ajenas.

Reproduzco: (El nombre es inventado, no me acuerdo; pero mejor,  así la protagonista permanece en el anonimato)

-         Hola María, ¿cómo tú por aquí a estas horas? ¿has cambiado el turno?

-         Sí, la verdad es que prefiero trabajar por la tarde, ya que tengo un hijo y me es mucho más cómodo. Por la mañana le dejo en el cole y yo hago las compras o lo que me apetezca tranquilamente sin el niño.  Por la tarde se lo llevo a la abuela y cuando le voy a buscar después del trabajo sólo tengo que acostarlo porque mi madre me lo deja ya cenado.

Ganas tuve de darle un capón, pero por supuesto reprimí mis ganas y no consumé el acto (¡qué atroz pensamiento!). Eso sí, reproduje para mis adentros : ¡vaya morrazo! (expresión al más puro estilo de mis hijos).

 ¿Para qué tienen hijos algunos? ¿Qué tipo de madre prefiere encasquetarle el niño a otro (aunque sea la abuelita) que cuidarlo ella misma? Sobre todo cuando tiene la gran suerte de poder hacerlo y  seguir manteniendo su empleo.

 Vaya por delante que yo admiro enormemente a todas las madres y, aunque entiendo que todos necesitamos momentos en el que poder evadirnos, no entiendo que compartir la vida con tu hijo pueda ser una carga, un aburrimiento o una responsabilidad penosa.

En un ataque de arrepentimiento por haber juzgado a “María”,  pienso que realmente no me puedo poner en el pellejo de una madre con la profunda grave carencia: la de no disfrutar de los momentos cotidianos que todos los hijos regalan a sus padres; pero sobre todo me da pena ver la ceguera con los que algunos padres manejan su paternidad.

A parte de alguna que otra batalla interna que protagonizamos, ejercitando la paciencia del santo Job, perdiendo del todo los nervios o  cincelándonos a martillazos para no ser unos malos padres… ¡somos tan afortunados compartiendo momentos de charla, risas y opiniones con nuestros hijos! No puedo entender a los que no lo hacen ¡se pierden lo mejor!

Los momentos cotidianos en compañía de nuestros hijos pueden  resultar maravillosos y divertidos. Ayer mismo en la merienda, mis niños recordaban que el mejor día de las vacaciones fue aquel día en el que ondeaba la bandera amarilla en la playa. Mi pequeño de seis años apuntó: “¡jo, sí es verdad! , ese día nos pusieron unas olas gigantes”. “¿Quién te puso esas olas?”, -pregunté, yo.  Y mi hija respondió al segundo: “Pues quien va ser?, Dios.

 Tengo el gran honor de disfrutar casi a diario de sus ingeniosas respuestas, de sus inocentes pensamientos y confidencias, de episodios únicos y auténticos como este que  he ejemplificado. Realmente, soy una madre privilegiada… y  absolutamente todos los niños tienen momentos estelares  e inolvidables que hacen que se nos caiga la baba disfrutando de las ingenuas argumentaciones. Mi deseo para todos los padres  es que disfruten de todo el tiempo posible con sus hijos y de todas las facetas de su paternidad. ¡Eso sí que es tener “mucho morro”!

Patro Gabaldón

martes, 21 de febrero de 2012

La lengua de trapo de nuestros pequeños

Me dan ganas de apuntar para  la posteridad unas cuantas palabras que aunque dichas en español bien podrían corresponder a cualquier otra lengua del mundo. ¡Qué bonitos e indescifrables son los términos que usan nuestros pequeños cuando se lanzan a hablar, esa linda y graciosa lengua de  trapo, que nos hace pasar unos divertidos momentos o que nos resulta del todo ininteligible.

Piíposa, totolilo, suto, abela, echute, lete, panque, teomí, tolili ¿Qué no lo entendéis? ¡Pues para nuestros pequeños esté bien claro, hombre!: mariposa, cocodrilo, susto, abuela, estuche, leche, parque, quiero dormir, tía Loli. Quizás mamá ya puede reconocerlas, pero el resto de los mortales necesitarán algo más de tiempo de entrenamiento.

Con dos añitos y pico mi pequeño dominaba la “t”, sin duda era su fonema favorito. Pero esta predilección suya hacía que una palabrita suya pudieran ser cientos de las nuestras. Si a esto le sumamos  que con frecuencia se animaba a pronunciar una larga parrafada sin artículos y con todo tipo de desafíos sintácticos, imaginaos lo complicado de descifrar el galimatías.

A partir de los 18 meses de edad, más o menos, nuestro bebé empezará a lanzarse lingüísticamente, empezará a comunicarse con nosotros, a través de un pequeño repertorio de palabritas y frases que irá ampliando y perfeccionando gradualmente.

He leído que a partir de los 3 años el vocabulario de nuestro hijo podrá alcanzar las 1000 palabras (aunque parece que algunos a los catorce se olvidan de ellas). Asimismo podrá entender, expresarse y comunicarse con total normalidad mediante el habla, hasta tener un lenguaje perfectamente estructurado, aunque no del todo correcto. Este lenguaje inicial “tipo indio” y de dudosa significación irá dando paso progresivamente a frases sencillas, en las que irán insertando un verbo, aunque todavía seguirán presentando alguna limitación en la utilización de artículos o preposiciones.

A lo largo del tercer año, a podremos tener una conversación fluida con nuestro pequeño, su manera de hablar mejorará considerablemente con la puesta en práctica, especialmente si disponéis a erradicar malas pronunciaciones (ya que la finalidad última es que todos sean capaces de entender al niño), y buscáis ocasiones para estimular la comunicación verbal entre vosotros.

 Para conseguir que el habla de vuestro hijo no necesite de la ayuda de un intérprete, podemos seguir algunos consejos:

-       No imitar su forma de hablar por gracioso que pueda parecernos

-       No avergonzarle, si habla mal. Puede que por este motivo pueda sentirse inseguro u ofendido y opte por callarse

-       Cuando pronuncie mal una palabra, debemos repetir a continuación la palabra bien pronunciada, de forma clara para que él mismo pueda corregirse, hacerlo tantas veces como haga falta y con total naturalidad.

-       Ampliar sus telegráficas frases para que sean más elaboradas y hacer nuevas preguntas o comentarios sobre el tema en cuestión. Por ejemplo, si nos dice: “tero agua”, podemos decirle “¿quieres beber agua? Eso es porque has sudado mucho y tienes mucha sed”.

-       Buscad cualquier escusa para hablar con ellos, especialmente sobre aquello por lo  que muestren más interés: juegos, cuentos, salidas, etc.

-       Ayudarles a corregir progresivamente los fonemas que más les cuesten, repitiéndolos o ejercitándolos pausadamente, con la posibilidad de que nos miren a la cara al pronunciarlos. Algunos fonemas del español son difíciles, especialmente en esta tierna edad: rr, ñ, ll, z, s. y el niño tenderá a cambiarlos por otros parecidos que ya conoce.


¡Dentro de poco nos entenderemos a la perfección!

lunes, 20 de febrero de 2012

Tu bebé y mil cosas más

Vamos  a pensar en lo que necesita nuestro bebé antes de ir a dar nuestro habitual paseíto bajo el sol. Hoy le pondré un vestidito ligero, una gorrita, la cremita protectora y en la bolsa del cochecito meteré ¡preparaos a la lista!: la sombrilla, una chaquetita por si refresca, un par de pañales, toallitas y crema para el culete, un cambiador de viaje para apoyarle, un biberoncito con agua, chupete de repuesto, gasita por si tiene reflujo, un baberito, unos pañuelos de papel, un sonajero, un cubito, una pala, el juguete favorito que le regaló la abuela, una muda de ropa por si acaso...., un termo con agua hervida y su botecito de leche en polvo, quizás también sería conveniente un potito para la merienda y unas poquitas galletas... por si las moscas. 

Os va sonando ¿verdad? ¿no creéis que necesitaríamos un remolque colgado al carrito de nuestro bebé para llevar sus cosas?

Continuamos pensando y ¡horror! ¡La situación podría ser todavía más dramática! Pensemos que sea un día lluvioso o ventoso y forzosamente haya que ir a algún lugar como, por ejemplo, al colegio del hermanito mayor; que se dé la circunstancia de que nuestro destino esté apartado de nuestra casa, que tengamos que realizar la compra diaria o semanal, que nos veamos obligados a utilizar el trasporte público, que vayamos con hora fija... ¡el carrito de nuestro bebé se va haciendo cada vez más y más inabordable!

¡Ya decía yo que llevo varios meses con dolor de espalda! Te preguntarás ¿Hasta cuándo tendrás que llevar tantos bártulos? Me gustaría responderte que sólo unos cuantos meses, pero no. Quizás,  siendo positiva, pensarás que cuando nuestros bebés sean algo más mayorcitos, ellos mismos estarán encantados de cargar con su mochilita y así es, pero ¿qué llevarán en ella? Pues bien, a no ser que tú se la prepares, lo más probable es que lleven objetos tan ocurrentes como una piedra, una linterna, algún dibujo, el chupete de su hermano.... y, con un poco de suerte, ¡una botellita de agua!

Bueno, según parece nos tocará estar en forma unos cuantos añitos más y tirar del carro en esta aventura de ser padres.


Escrito por Patro Gabaldón para www.guiainfantil.com

jueves, 16 de febrero de 2012

Alimentación durante el tratamiento de cáncer en los niños

La alimentación es uno de las necesidades más básicas del ser humano: forma y repara tejidos, aporta energía y regula el buen funcionamiento del organismo… Ayer fue el día internacional del niño con cáncer y, por eso, quisiera tratar hoy la alimentación durante el periodo de tratamiento de esta enfermedad que es muy dura tanto para los niños afectados como para sus familias.

 Tras el tratamiento de enfermedades como el cáncer y otras que necesitan de atención hospitalaria, la alimentación juega un papel fundamental en la recuperación. Ana Belén Bautista, psicóloga de la Asociación de Familias de Niños con Cáncer (AFANION), nos advierte de la importancia de abordar los problemas alimentarios de los niños con cáncer, para disminuir la ansiedad de los padres y aportarles mayor seguridad, ya que comer bien siempre es importante, pero en el niño enfermo lo es aún más.

 La quimioterapia es uno de los tratamientos más habituales y efectivos para combatir el cáncer, pero este tratamiento destruye las células que crecen rápidamente, pudiendo dañar también a otras sanas, que también se multiplican rápidamente como las del pelo, la boca, el estómago, intestino, etc. En consecuencia, el tratamiento puede provocar unos efectos secundarios, que afectan a la alimentación como la falta de apetito, náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento. Es importante que los padres sepan actuar ante estos problemas que afectan a la dieta de su hijo.

 Las recomendaciones dietéticas para los niños en tratamiento de cáncer son iguales a las de la población sana, aunque están orientadas a recuperar la fuerza, la energía y las defensas del cuerpo, o subsanar efectos adversos del tratamiento. Los consejos nutricionales habituales incluyen comer mucha fruta, verduras y cereales, con una moderada ingestión de carne y productos grasos y derivados de la leche. Sin embargo, para los niños que están en tratamiento, las recomendaciones se centran en ayudarle a comer alimentos ricos en calorías y proteínas, como tomar más leche, queso y huevos, así como usar más aceite virgen de oliva, mantequilla y margarina.

Los niños enfermos de cáncer y su familia tienen que combatir no sólo la enfermedad, sino también contra los efectos que su tratamiento acarrea. Estos pequeños y sus padres tienen que luchar tanto con factores físicos como psicológicos o emocionales: ansiedad, depresión, miedo o cambios de rutinas, que influirán negativamente en su alimentación. Por ello, os aconsejo la consulta de la guía publicada por afanión “Buen provecho”, con ella, podéis afinar más en las necesidades de vuestro hijo. En ella, se recogen más concretamente los consejos dietéticos específicos para: la diarrea o estreñimiento, inflamación y llagas en la boca, alteraciones en la percepción del sabor de los alimentos o falta de apetito, entre otros ¡es muy útil y sencilla!

miércoles, 15 de febrero de 2012

La comida de tus hijos: mejor en compañía

Culturalmente, todas las celebraciones incluyen un momento especial en el que compartimos mesa con familiares o amigos. El momento de la comida es mucho más de lo que puede parecer, y así hemos de trasmitirlo a nuestros hijos. La hora de la comida de tu hijo debería tener una importancia y contexto adecuados.

Estoy convencidísima de que comer en familia o en grupo es la manera idónea de hacerlo, así que cuanto antes incorporemos a nuestro pequeño  a la mesa  familiar, mejor que mejor. Conozco muchos niños pequeños que comen solos, bajo la atenta mirada y paciencia de sus madres, que en ocasiones se eternizan frente a la trona. Los niños deberían comer, al menos, con nosotras, ya que la compañía aumentará su apetito y, junto a otros comensales, será menos probable que afloren remilgos y exigencias ante un plato que les resulta poco apetecible.

Muchas madres se sorprenden cuando su hijo come alimentos en la guardería o en el colegio que de ninguna manera los aceptarían en casa. A mi sobrinita de 3 años nunca le gustó el puré de verduras… nunca hasta que por casualidad este plato era el que estaba preparado para cenar en casa de la tía junto a sus primos. Mi cuñada miró con escepticismo a la niña y al plato que tenía frente sí. Mi sobrina, sin poner objeción alguna, comió su ración al igual que lo hicieron el resto de los niños. ¿Cuál fue la causa? Está bastante claro, fue el nuevo y atrayente ingrediente que se añadió a este puré: la compañía deseada y divertida de sus primos y tíos. A partir de entonces cuando su mamá le hacía puré, ella le preguntaba: ¿es el de la tía, verdad? Pues bien, anécdotas como esta declaran que el momento de la comida debe ser esperado y agradable para nuestro hijo.

Comer en familia o en grupo tiene muchas ventajas para  tener en cuenta:

-         Favorece que el niño adopte, como suyos, buenos hábitos  a la hora de alimentarse. La alimentación se desarrolla en un ambiente adecuado en el que los miembros de la familia o los de un grupo de escolares interaccionan, disfrutan y participan. Comer solo es muy aburrido y, en ocasiones, el niño  lo hace como un autómata. La desgana se apodera de él y le impulsa a evadirse de una situación poco atractiva.

-         Incita a los niños a atreverse a probar nuevos alimentos. Viendo a sus padres o hermanos mayores, los más pequeños no dudan en “robar” alguna cosilla del plato de los mayores. Los niños a partir de un año se atreven a acceder de manera voluntaria a alimentos no triturados y a masticar tal como lo hacen los demás.

-         Marca un  ritmo y un tiempo razonable para comer; sin prisas pero sin pausa.

-         Nos ayuda a los padres a detectar y prevenir posibles desórdenes en la alimentación: anorexias, sobrealimentación, fobias o alergias.

-         El momento de la comida nos puede servir  para enseñarles a tener pequeñas responsabilidades en el hogar como  poner la mesa o recogerla, barrer las migas del suelo, etc.

-         Se consigue alimentar, no sólo el cuerpo, sino también la comunicación entre padres, hijos y hermanos. Es un excelente momento de encuentro familiar, de los que cada vez disponemos menos.

Podríamos añadir muchas más bondades sobre comer en compañía, pero lo mejor es que lo pongamos en práctica porque los buenos hábitos de alimentación también se aprenden y se trasmitan a través de nuestro ejemplo.

martes, 14 de febrero de 2012

¿Los niños también se enamoran?

Hoy 14 de febrero he visto en el calendario de la pared que se celebran  gran cantidad de santos, pero el que, sin duda, se nos viene más rápidamente a la mente es San Valentín, patrón de los enamorados. Seguramente, muchos de vosotros habéis escuchado alguna vez la declaración pública de amor de vuestro hijo o hija hacia un amiguito o amiguita de clase. Ya no hablan de amigos, sino de novios. ¿Acaso los niños también se enamoran?

El enamoramiento, sin duda, tiene  un altísimo contenido de amistad, de admiración y de empatía hacia el otro, así que si nos limitamos a esto, bien podría darse en nuestros hijos. Pero también sabemos que la atracción física tiene un papel determinante en este estado que nos llena de emoción y alegría.

Los niños hablan de noviazgo, a veces, sin ser correspondidos, simplemente porque les atrae pasar su tiempo con algún amigo especial, o con aquel que es más admirado por la clase. Recuerdo vagamente que en el cole todas mis amigas y yo estábamos “enamoradas” de Óscar; me sonrío por la ingenua manera de entender noviazgo que tenía por entonces. Pues bien, éste compañero de clase era el que mejor dibujaba y tenía un trato muy cariñoso con todos sus compañeros, así que a todas nos hacía tilín y decíamos que era nuestro novio. Lo gracioso era que realmente nos importaba bien poco compartirlo o que éste no mostrara interés alguno por nosotras. Ser novia de Óscar era más bien un título, no requería ningún  tipo de esfuerzo o compromiso de nuestra parte.

Respecto a esto de enamorarse, D. José Luis Pedreira, psiquiatra y psicoterapeuta, apunta que los niños no se enamoran antes de llegar a la pubertad, ya que todavía no están preparados biológicamente para segregar las sustancias químicas que regulan la atracción física y no están equipados para comprender debidamente la condición de elección mutua que se produce en el noviazgo.

Efectivamente, nuestros pequeños no necesitan ser correspondidos en su fantasía, es más ni siquiera sufren cuando los novios no se da por aludidos, prefieren a otros, o les son “infieles”. Así que parece más bien que son conductas imitadas. Eso de ser novio de alguien es algo que les hace  sentirse mayores, aceptados y especiales. Muchas veces hablan de “ser novio” cuando sienten una preferencia especial por algún amigo de diferente sexo y establecen una relación parecida a la que ven en sus padres o en otras parejas de su entorno. Estas declaraciones suelen ser el inicio de su conciencia sexual.

Estas confesiones por parte de nuestros niños pueden servirnos  para explicarles por qué dos jóvenes se besan en la calle, por qué los padres deciden unir sus vidas y formar una familia… en fin, para dar respuestas a sus sentimientos, a sus dudas y a sus relaciones con los demás.

lunes, 13 de febrero de 2012

¿Es posible la felicidad para nuestros hijos?

Si nos preguntaran que queremos para nuestros hijos en esta vida, la gran mayoría de los padres responderíamos que nuestro deseo es que sean felices. Y, aunque parezca algo fuera de nuestro alcance y creamos que el azar y la suerte nos ganan la batalla, los padres poseemos una gran arma a nuestro alcance: la educación. No debemos renunciar a educar nosotros mismos a nuestros hijos y no debemos dejar que otros medios sociales nos arrebaten este papel determinante. Nuestros hijos necesitan de nuestro ejemplo y del puesto de importancia que ocupan en sus familias.

No es ambicioso aspirar a que nuestro hijo sea feliz en la vida, ya que no deberíamos ver la felicidad como un equivalente al éxito, como una utopía o un estado efímero. Nuestros hijos pueden aspirar a la felicidad siguiendo un rumbo sosegado y un timón firme que les lleve a enamorarse de la vida.

Los niños quizás puedan preguntarse por qué hay que ser bueno, por qué hay que estudiar, para qué sirven los sacrificios y los contratiempos. Sin emociones, los frutos de la inteligencia tienen poco sentido, los niños tienen que saber la utilidad y el objetivo final de sus esfuerzos intelectuales y conductuales, y este “objetivo curricular” es encontrarse con la felicidad.

Educar para la felicidad no es enseñar a llegar a lo más alto o tener éxito, ya que éste siempre es transitorio. Educar a nuestros hijos para la felicidad es enseñarles a que ellos pueden trasformar el mundo, no sólo con sus éxitos, sino también con su alegría de vivir, su ejemplo y su esfuerzo. Ni la salud ni el dinero son garantía de felicidad, aunque desde luego ayudan.

Recuerdo una frase que se quedó grabada en mi adolescencia: “No importa lo que el mundo te da a ti, importa lo que tú das al mundo”. Dar y darse es lo que más gozo y más felicidad puede darnos en la vida.

Ser feliz parece algo así como una toma de conciencia, un proyecto inexplicable, un privilegio. La felicidad no se posee, se comparte. Es una actitud más que un estado de gracia, una fuente que brota de nuestro corazón y una necesidad constante de que otros beban de ella.

El egoísmo, el aislamiento, la preocupación, el temor y la culpa deben ser desterrados en la educación de nuestros hijos porque nos hace pequeños y frágiles. Por el contrario, el amor a los demás y a nosotros mismos porque somos valiosos, es lo que nos hace grandes e importantes. Dar el paso de una alegría vital personal o otra universal es la llave de la felicidad de nuestros hijos, abrirse a los demás es lo que nos proporciona una mayor satisfacción y de ello damos fe los que somos padres.

Los niños no se educan solos, necesitan de nuestra guía para encontrar el rumbo hacia la felicidad. El amor, la delicadeza en el trato, la paz, la alegría, la serenidad, el buen humor…, sin olvidar la autoridad, son virtudes a poner en práctica con nuestros hijos. ¡La felicidad es sumamente contagiosa!

jueves, 9 de febrero de 2012

Los loquios: cómo actuar

El posparto, normalmente, es lo menos difundido de todo el proceso biológico de tener un hijo. Nos parece oír campanas sobre las pérdidas sanguinolentas o hemorragias que tendremos, las molestias en la subida de la leche, la recuperación de la silueta, la reanudación de las relaciones sexuales, pero muchas veces, con nuestro primer hijo navegamos en un mar de dudas.


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Artículo escrito por Patro Gabaldón para www. Guiainfantil.com

miércoles, 8 de febrero de 2012

Consejos dietéticos para el niño bajo en defensas

Es frecuente de durante una enfermedad larga o un tratamiento continuado bajen las defensas; asimismo hay épocas del año o de la vida en las que somos más vulnerables a los virus y enfermedades por lo que es interesante conocer que una buena alimentación es una gran aliada  a la hora de aportarnos energía, y fundamental para potenciar y renovar nuestro organismo.

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Artículo escrito por Patro Gabaldón para www.guiainfantil.com

martes, 7 de febrero de 2012

¿Por qué balbucean los niños?

Una mañana tu pequeño ruiseñor te sorprenderá  y llamará tu atención con sus primeros gorgoritos. ¡Dios mío, qué alegría para papá y mamá cuando nuestro bebé  experimenta  con sus cuerdas vocales preciosos  sonidos y gorjeos con un rostro sereno y sonriente!

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Escrito por Patro Gabaldón para Guiainfantil.com

lunes, 6 de febrero de 2012

Carta de una adolescente a su hijo no nacido

La vida, a veces, nos corta trajes que nos quedan 3 ó 4 tallas más grandes, algo que nos exige madurar repentinamente y vivir a toda velocidad…. Seguramente, todos nosotros hemos necesitado en alguna ocasión de una palabra de aliento, una mano amiga, un consejo amable o una mirada comprensiva. Buen ejemplo de la necesidad de afrontar los problemas, de darles la vuelta o reconocer que somos vulnerables es la carta que una joven escribe a su hijo no nacido.

Es una historia enternecedora, un pudo haber sido y no fue, un amor insatisfecho, un gran pesar, una presencia constante, la búsqueda de perdón… todo esto es el poso que me deja al leer esta hermosa carta. Sin ánimo de levantar ampollas, dejo este testimonio de alguien que ha vivido y está viviendo en primera persona  la pérdida de un hijo,  para que pueda servir de ayuda  y reflexión a mujeres que se planteen pasar por el duro y doloroso trance de un aborto.

 “Querido bebé: Soy tu mamá, la que se equivoca y la que gracias a ti ya tiene ese título tan hermoso. Lo primero que te quiero decir es perdón por no darte la oportunidad de vivir que te mereces. Tú no tienes la culpa de las negligencias que tu papá y yo hemos podido cometer. Hoy me doy cuenta de que hemos actuado de un modo muy egoísta.     

Una vez me dijeron que por ser mujer entendería de estas cosas de la maternidad, pero la verdad es que nadie más que nuestros hijos nos enseñan a ser padres. No es fácil, sobre todo con el primero, con quien recibimos el título de ‘mamá’, pero con el que, con amor, nos equivocamos muchas veces.

Eres mi primer hijo o hija y así te reconozco. Tú nunca fuiste un error y ahora yo trato de incluirte en mi vida. No lo tomes como una excusa pero llegaste en un momento muy difícil, tu padre y yo estudiando y sin la madurez y recursos necesarios para responsabilizarnos de tus primeros pasos. Estoy a la vez contenta y muy triste de saber que hubiera podido ser mamá. Quiero que sepas que me llena de orgullo poder decirte que fuiste concebido con mucho amor. La decisión que tomamos fue muy dura, MUY DURA y no se supera fácilmente, por no decir que no se supera nunca.

Me has enseñado en unos días más que en muchos años de escuela. Estarás presente en mí toda la vida y espero que más adelante pueda formar una familia contigo en el corazón y contando a tus hermanos que tú eres el mayor.

El botiquín para tu hijo: Medicinas, tiritas y dedicación

Cuando regresé a casa con mi bebé en brazos, después de dar a luz, me di cuenta de que me faltaban algunas cosillas. Yo, como cualquier mamá, había preparado su nidito con todos los detalles, pero pronto comprobé que debía de ir a una farmacia a comprar gasas, sueritos, algodón, crema hidratante, alcohol de 70º… parece que las novatas no solemos tener en cuenta estas pequeñeces.

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Escrito por Patro Gabaldón para Guiainfantil.com

viernes, 3 de febrero de 2012

Falta de concentración durante el embarazo

Me encanta seguir aprendiendo cosas sobre el embarazo y en esta ocasión he leído algo referente a un síntoma que puede afectarnos durante la gestación, algo menos conocido. No se trata de ninguna alteración física como náuseas, dolor de espalda, aumento de peso, etc., sino del “síndrome de cabeza de chorlito” ¿gracioso nombre, verdad? Los cambios físicos y hormonales nos llevan irremediablemente a experimentar una mayor torpeza física, pero es que además parece que también podemos tener una mayor “torpeza mental” ¡lo que nos faltaba!

Visto desde fuera podría parecer que tuviéramos la cabeza en las nubes o que nos diera todo igual ¿Será que tenemos la mente únicamente puesta en nuestro bebé y no cabe ningún otro pensamiento que podamos recordar a corto plazo? Desde luego las prioridades pueden cambiar estando embarazada, puede ser normal que nuestro embarazo ocupe el primer puesto en la parrilla de salida de nuestro pensamiento, pero no creo que una mujer pueda descuidar sus tareas cotidianas por el simple hecho de estar embarazada. Por si acaso, lo mejor es que no se entere el jefe.

Fuera de bromas, no se trata de que hayamos descendido unas cuantos peldaños en la escala evolutiva ni que hayamos perdido capacidad intelectual, lo que parece ocurrir es que por efecto de las hormonas nuestra memoria puede verse alterada, de manera que algunas embarazadas pueden volverse más despistadas, se olvidan más fácilmente de las cosas o tienen descuidos como dónde han aparcado el coche, el pago de un recibo urgente, etc. ¡Menos mal, que se trata de un síntoma temporal! 

No sé si alguna de vosotras habréis experimentado este síndrome o no, pero lo mejor desde luego es lo combatamos de alguna manera para que no podamos tener descuidos graves. Para ello, tendremos que hacer el ejercicio de apuntar diariamente las tareas que tenemos que realizar, por medio de agendas, pos-it, o recordatorios electrónicos; pero si nos preocupa realmente, deberíamos de hacer un mayor hincapié en no caer en olvido, empezando a realizar las cosas poniendo todos nuestros sentidos (no de manera automática como solemos hacerlo), siendo conscientes en todo momento. Asimismo también podemos entrenar nuestra memoria a través de juegos y actividades de entrenamiento como: sudokus, crucigramas y juegos para potenciar la memoria y habilidades intelectuales. Pero, si alguna de vosotras es despistada por naturaleza siempre podéis echarle la culpa a vuestras hormonas.

jueves, 2 de febrero de 2012

El mejor maestro

Seguramente a muchos padres nos gustaría poder mirar por un agujerillo lo que se “cuece” en la clase de nuestro hijo. Poder así ser testigos presenciales del ejercicio profesional de los maestros y de cómo nuestro hijo se desenvuelve en el colegio. Pero, en cierta media, tenemos abierta esta pequeña ventana mirando a nuestros hijos, ellos reflejan fielmente la felicidad y satisfacción, o por el contrario, la indiferencia, ansiedad o preocupación que sienten por ir al cole.

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Artículo escrito por Patro Gabaldón para www. Guiainfantil.com

Buenas noches y felices sueños para los niños

Para que nuestros niños se despierten despejados, con ganas de hacer cosas, de aprender, de jugar y  de “desayunarse” el día… necesitan dormir las suficientes horas durante la noche y hacerlo de manera continuada. Ese despertar alegre, lleno de saltos y rebosante de energía es muy definitorio de los niños pequeños.

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Escrito por Patro Gabaldón para Guiainfantil.com

miércoles, 1 de febrero de 2012

Familia numerosa: orden en el caos

Seguro que si tienes más de un hijo habrás oído más de una vez: ¡uy, si yo con uno no puedo, cómo podrás tú con dos/tres...! ¿Cómo es posible que haya personas con cuatro o cinco o más hijos, y se las apañen para no morir en el intento?

Esto me recuerda un programa de radio que escuché hace años, en el que hablaba una madre creo que con 10 hijos, y decía algo así como: “cuando tenía seis hijos, me preguntaba qué hacía cuando tenía solo tres, y ahora que tengo diez me pregunto qué hacía cuando tenía seis...” Desde luego, ¡era una madre con sentido del humor! Pero nos da una clave a la hora de llevar una familia: el aumentar sus miembros no multiplica necesariamente el trabajo. 

Está claro que, a más miembros, más cosas que hacer, aunque la cantidad de cosas que hacemos como madres tiene un límite humano, ¿cómo podría esta mujer llevar una familia de diez hijos? Pues admitiendo cierto caos. Lo explicaré con un ejemplo. Con mi primer hijo, cada vez que se le caía el chupete al suelo, se lo esterilizaba; a partir del segundo, se lo limpiaba con agua. Y, a partir del cuarto, sinceramente creo que no me daba cuenta de la cantidad de veces que se le caía y él solito se lo volvía a meter en la boca. El esterilizador lo tengo en el trastero... 

Es decir, que las prioridades cambian; cuantos más niños tenemos, más nos centramos en lo que es verdaderamente prioritario, más delegamos ciertas tareas en nuestros hijos “mayores” (por pequeños que sean) y sobre todo tenemos menos control sobre cada momento de la vida de nuestros hijos porque acabamos dándonos cuenta, no sin dolores de cabeza en el camino, que los niños pueden ser bastante más independientes de lo que les dejamos ser muchas veces. 

Lo cual me lleva al inicio. La diferencia entre tener un hijo, dos, cinco o diez no estriba sólo en la cantidad de trabajo que tenemos, sino en el grado de control que llegamos a ejercer sobre el entorno familiar; de manera que nos volvemos auténticas expertas en la gestión de personas y recursos (algo que muchas empresas envidiarían) para permitir un pequeño “caos” dentro de un orden familiar razonable.

Milagrosamente, las pequeñas notas de caos, dirigidas con la batuta  de una madre experimentada, se asocian en una preciosa sinfonía de orden y armonía. Así que, siguiendo con el símil, la madre con el tiempo se convierte en una directora de orquesta que no pretende controlar cada nota de los diferentes instrumentos, sino que garantiza el empaste de todos para que la obra musical sea espléndida. Y creo que estaréis de acuerdo en que ser solista es muy difícil, todos deberíamos sentirnos arropados por compañeros de orquesta.