lunes, 27 de febrero de 2012

Una mamá con mucho morro

Voy  a reproducir textualmente una conversación escuchada esta misma mañana en la pescadería de una gran superficie. Eso es lo que tiene ser madre en paro: a primera hora de la mañana puedes hacer las compras del mejor pescado fresco y puedes poner la antena, sin interferencias, en conversaciones ajenas.

Reproduzco: (El nombre es inventado, no me acuerdo; pero mejor,  así la protagonista permanece en el anonimato)

-         Hola María, ¿cómo tú por aquí a estas horas? ¿has cambiado el turno?

-         Sí, la verdad es que prefiero trabajar por la tarde, ya que tengo un hijo y me es mucho más cómodo. Por la mañana le dejo en el cole y yo hago las compras o lo que me apetezca tranquilamente sin el niño.  Por la tarde se lo llevo a la abuela y cuando le voy a buscar después del trabajo sólo tengo que acostarlo porque mi madre me lo deja ya cenado.

Ganas tuve de darle un capón, pero por supuesto reprimí mis ganas y no consumé el acto (¡qué atroz pensamiento!). Eso sí, reproduje para mis adentros : ¡vaya morrazo! (expresión al más puro estilo de mis hijos).

 ¿Para qué tienen hijos algunos? ¿Qué tipo de madre prefiere encasquetarle el niño a otro (aunque sea la abuelita) que cuidarlo ella misma? Sobre todo cuando tiene la gran suerte de poder hacerlo y  seguir manteniendo su empleo.

 Vaya por delante que yo admiro enormemente a todas las madres y, aunque entiendo que todos necesitamos momentos en el que poder evadirnos, no entiendo que compartir la vida con tu hijo pueda ser una carga, un aburrimiento o una responsabilidad penosa.

En un ataque de arrepentimiento por haber juzgado a “María”,  pienso que realmente no me puedo poner en el pellejo de una madre con la profunda grave carencia: la de no disfrutar de los momentos cotidianos que todos los hijos regalan a sus padres; pero sobre todo me da pena ver la ceguera con los que algunos padres manejan su paternidad.

A parte de alguna que otra batalla interna que protagonizamos, ejercitando la paciencia del santo Job, perdiendo del todo los nervios o  cincelándonos a martillazos para no ser unos malos padres… ¡somos tan afortunados compartiendo momentos de charla, risas y opiniones con nuestros hijos! No puedo entender a los que no lo hacen ¡se pierden lo mejor!

Los momentos cotidianos en compañía de nuestros hijos pueden  resultar maravillosos y divertidos. Ayer mismo en la merienda, mis niños recordaban que el mejor día de las vacaciones fue aquel día en el que ondeaba la bandera amarilla en la playa. Mi pequeño de seis años apuntó: “¡jo, sí es verdad! , ese día nos pusieron unas olas gigantes”. “¿Quién te puso esas olas?”, -pregunté, yo.  Y mi hija respondió al segundo: “Pues quien va ser?, Dios.

 Tengo el gran honor de disfrutar casi a diario de sus ingeniosas respuestas, de sus inocentes pensamientos y confidencias, de episodios únicos y auténticos como este que  he ejemplificado. Realmente, soy una madre privilegiada… y  absolutamente todos los niños tienen momentos estelares  e inolvidables que hacen que se nos caiga la baba disfrutando de las ingenuas argumentaciones. Mi deseo para todos los padres  es que disfruten de todo el tiempo posible con sus hijos y de todas las facetas de su paternidad. ¡Eso sí que es tener “mucho morro”!

Patro Gabaldón

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