viernes, 4 de mayo de 2012

Equilibrio entre reñir y felicitar a los niños

En la educación de nuestros hijos, ni todo debe ser cal ni todo arena. Para conseguir una pasta homogénea y adecuada para la construcción de sus conductas tenemos que saber echar una de cal y otra de arena. Buscar el equilibrio entre reñir y felicitar a los niños es la forma más indicada de conseguir moldear a nuestros hijos y de estimularles para seguir mejorando.

Tanto corregir como felicitar a los hijos requieren de cierta habilidad por nuestra parte. Llevados por nuestro cansancio, nuestro mal humor,  o nuestras constantes batallas, lo más fácil y automático es que en la corrección, descalifiquemos a nuestro hijo, le pongamos etiquetas o le digamos verdaderos disparates… Siempre deberíamos intentar corregir con calma y sin iras, aunque sé por experiencia que aunque la teoría suena bien,  la práctica es algo más difícil. Pensar en lo que diremos, mordernos la lengua antes de decir cualquier barbaridad puede ser muy difícil para nosotros los papás, pero si lo logramos, nuestros hijos podrán beneficiarse de aprender, al igual que nosotros, a refrenar sus impulsos y a controlar su mal genio.

La corrección de nuestros hijos es necesaria, no debemos ser condescendientes con un mal comportamiento y, asimismo, tampoco debemos adularles exageradamente o ser excesivamente permisivos. Debemos felicitarles objetivamente, haciéndoles sentir la alegría que nos proporcionan sus buenos actos y esfuerzos. No debemos felicitar a la ligera, sin dar la oportunidad de que el niño medite sobre aquello que ha hecho bien para que forme parte del repertorio habitual de su comportamiento.

Tampoco deberíamos dejarnos cegar por la pasión que nos despiertan nuestros pequeños a la hora educarles. Este privilegio parece estar reservado para las abuelas, que tienden a disculpar absolutamente todos los errores  de sus nietos, sin objetividad y sin necesidad de atender a aspectos educativos (para eso están sus padres). Seguramente habéis escuchado el dicho de:  “Es que Fulanito no tiene abuela” que se dice de alguien que se enaltece y se elogia a sí mismo, porque este es un papel que parece reservado exclusivamente para las abuelas, a las cuales se les cae la baba con sus pequeños nietos.

Pero con todo, si pusiéramos en una balanza las riñas y en otra las felicitaciones y reconocimientos, siempre el platillo debería ceder a favor de estos últimos, ya que con el reconocimiento de sus esfuerzos y actos, podemos conseguir muchas más cosas que con repetidas, hartantes y exasperantes reprimendas. Estimular las buenas actuaciones de nuestro hijo a través de palabras amables, elogios, agradecimientos, felicitaciones y caras alegres, aumentan en casi todo los niños la motivación, la autoestima y las ganas de volver a conseguir la alegría de ver a sus padres orgullosos de él y de disfrutar del éxito conseguido con su esfuerzo.

Patro Gabaldón

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