viernes, 20 de enero de 2012

Tender la mano a nuestros hijos

Los reflejos innatos son el seguro de supervivencia para los recién nacidos. Desde el punto de vista corporal, sin duda el reflejo de succión es el gran protagonista, ya que le garantiza la alimentación, pero ¿y desde el punto de vista afectivo? Para asegurarse la protección de sus padres, el bebé dispone del reflejo innato de asir con las manos (y con los pies). Agarrar la mano del niño siempre es una respuesta a su necesidad por obtener  seguridad y afecto.

Este dictado innato me vino a la mente cuando conocí el estremecedor caso de Sabrina, la niña haitiana a la que rescataron tras el devastador terremoto; esta pequeña guardaba en su puño el dedo de alguien que le había dado la mano para que no se sintiera sola, antes de quedar atrapado entre los escombros. Este gesto en la vida de la pequeña, nos recuerda crudamente lo importante que es el contacto con las manos para expresar amor y dar seguridad.

Todos los bebés, cuando están aprendiendo a andar, tienen miedo a caminar solos y se resisten a dar un paso separándose de la silla, el carro o la pared sobre la que se apoyan. Salvo que un adulto les dé la mano; es entonces cuando se ponen en marcha con una seguridad que roza la temeridad: les vemos bajar (más bien arrojarse) por las escaleras o bordillos de las aceras. El sentirse asidos a una mano fuerte les da una confianza total para afrontar lo que solos son incapaces de hacer.

También se ha demostrado médicamente que las personas que atraviesan enfermedades dolorosas, se sienten físicamente aliviadas cuando una persona a la que quieren (alguno de sus padres, su marido o mujer) les da la mano. A todos nos es conocida la imagen de la mujer que durante el parto agarra la mano de su marido y la tritura mientras empuja, siendo esto de mayor ayuda que asirse a una fría empuñadura de hierro de la camilla de partos. Igualmente, el darse la mano es una de las mejores muestras de amor de los enamorados.

La mano abierta es símbolo de ofrecimiento, ayuda y proximidad. Es como si la puerta a nuestro corazón estuviera localizada en la palma de la mano. Al coger la mano a nuestros hijos (o parejas) les transmitimos seguridad y cariño. Sólo hay dos gestos tan significativos como este: el abrazo y el beso. Tiende tu mano a tu hijo… y a los demás.

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