Por mucho que anteriormente a ser madres
hayamos leído sobre bebés o nos sintamos cualificadas y preparadas para la
maternidad, todas hemos tenido que aprender sobre la marcha y con el ejercicio
de nuestra labor, al igual que hacemos cuando nos enfrentamos a cualquier nuevo
trabajo. Para el cuidado de nuestro hijo, el día a día y la práctica es nuestra
mejor escuela y, a diferencia de otras labores, nunca dejaremos de aprender
algo más sobre nuestros pequeños. Por otro lado, no se trata de una cómoda
jornada de 8 horas de lunes a viernes, ser madre, aunque maravilloso, puede ser
agotador y estresante, precisa de una entrega total y un reciclaje constante. No debemos esperar que nuestro primer hijo,
suponga para nosotras un camino de rosas.
Por eso, entender correctamente las
necesidades de nuestro primer hijo no suele ser tarea fácil para ninguna mujer,
todas hemos sido novatas y, con los niños, muchas veces hay una primera vez
para todo: una primera vez… para darles el pecho, para comer con cuchara, para
cambiarles el pañal, para bañarles, para jugar, para comunicarnos, para
contestar a sus preguntas, etc.
Al igual que nuestros bebés, también las mamás
vamos superando etapas (casi siempre con sobresaliente), pero siempre nos queda
algo por aprender, algo por perfeccionar o algo que compartir. A ser mamá se
aprende durante toda la vida. Nunca debemos sentirnos ansiosas, impacientes o
inútiles, sabemos que debemos aprender de nuestros errores y fracasos y que
tenemos que mirar con optimismo nuestra
labor. Estamos en el camino de la maternidad y aprendemos cada vez que damos un
paso con decisión. Como dice el poeta: se hace camino al andar…
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